Medir el capital natural de un territorio no es sencillo, ya que no todo el valor que aporta es evidente. Hay una diferencia entre los precios de mercado que tienen determinados servicios y el valor social de otros beneficios que aportan, pero que no incorpora el mercado.
Pongamos un ejemplo: ¿cómo valoramos el servicio de polinización de las abejas? Los ciudadanos no pagamos por él, como tampoco lo hacemos por el sistema de depuración natural de las aguas. De hecho, ni siquiera existe un mercado para estos servicios. Es más, ¿cómo calculamos el stock de los recursos del capital natural? ¿Cómo cuantificamos los recursos genéticos o los elementos bioquímicos disponibles?
La ONU ya se ha puesto manos a la obra para desarrollar una metodología que permita medir el capital natural, denominada SEEA (sistema de contabilidad económica y medioambiental). Es muy compleja y tardará todavía algunos años en estar lista.
Mientras llega, algunos métodos han tratado de estimar a grandes rasgos la valoración del capital natural mundial. Los resultados indicarían un peso enorme, entre los 2,5 trillones europeos de dólares (25 veces el PIB mundial) y los 9 trillones europeos de dólares (90 veces el PIB mundial).
Con todo, resulta muy difícil realizar estimaciones al respecto. De hecho, el capital natural podría ser mucho mayor, ya que resulta imposible calcular el precio de poner en riesgo nuestra existencia si no regeneramos los recursos naturales que consumimos.
En realidad, al tratar la naturaleza como un activo, lo que buscamos es tomar mejores decisiones al evaluar proyectos, que tengan realmente en cuenta la riqueza que generan las distintas acciones y no solamente el crecimiento como un flujo, que es lo que determina el PIB.
El deterioro de la biodiversidad así lo exige: para continuar creciendo, es necesario hacerlo sin esquilmar los recursos naturales del planeta, tanto los limitados como los renovables, que no deberíamos situar por encima de su tasa de regeneración. En este contexto, el crecimiento sostenible es la meta a la que nos debemos dirigir y el capital humano, la medida que debemos contemplar para lograrlo.