SOSTENIBILIDAD

Capital natural: qué es y por qué debemos prestarle atención

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Capital natural: qué es y por qué debemos prestarle atención
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Guillermo Hermida

Banca Privada CaixaBank

29 Mayo, 2024


¿Cómo medimos la riqueza? A lo largo de la historia ha habido varios métodos que nos han ayudado a estimarlo, desde la posesión de terreno de los antiguos imperios al PIB actual, que se utiliza para medir el crecimiento de la economía de un país o incluso de todo el mundo en un periodo determinado.

Ahora, el capital natural se suma como un importante factor que se debe tener en cuenta.

Qué es el capital natural

Cuando hablamos de capital natural nos referimos al conjunto de recursos naturales que tienen la capacidad de producir bienes y servicios ecosistémicos.

Algunos ejemplos son la producción de oxígeno, la depuración natural del agua, la prevención de la erosión y la desertificación, la polinización o los servicios recreativos de las excursiones de montaña.

Este capital natural nos puede ayudar a recoger mejor el nivel de riqueza de cualquier territorio. Para ello, nos debemos fijar en la evolución de su stock general, que sería una suma del capital producido (que es lo que nos indica el PIB), el capital humano y también el capital natural.

Esto es así porque el bienestar y el progreso no se miden ya exclusivamente por la producción, sino por el valor de los activos existentes al final de cada periodo.

De hecho, los recursos naturales, tanto vivos como inertes, cobran cada vez mayor importancia en la evolución de la riqueza de los países y también en el progreso del nivel de vida de sus habitantes.

Qué servicios puede prestar el capital natural

Existe incluso una clasificación internacional de servicios de ecosistemas (CICES) que nos ayuda a reconocer los servicios que puede prestar el capital natural. Los divide en tres grandes grupos:

  • Servicios ecosistémicos de provisión o abastecimiento: se refiere a productos que se obtienen de la naturaleza y que sirven para su consumo o utilización, tanto de manera directa como procesada. Aquí entrarían los alimentos, el agua, las fuentes de energía, las fibras, los recursos genéticos, los elementos bioquímicos y farmacéuticos, junto a los recursos ornamentales (por ejemplo, conchas o flores).
  • Servicios ecosistémicos de regulación: estos son los procesos ecológicos que mejoran o posibilitan nuestra vida. Por ejemplo, el mantenimiento de la atmósfera, la regulación del clima, la regulación del flujo del agua, de la fotosíntesis o de la polinización, así como procesos de control de la erosión, de plagas y de nutrientes.
  • Servicios ecosistémicos culturales: aquí hablamos de valores o beneficios no materiales que podemos obtener de la naturaleza, desde el enriquecimiento personal o espiritual al disfrute o el placer estético que nos proporciona.

Cómo se mide el capital natural

Medir el capital natural de un territorio no es sencillo, ya que no todo el valor que aporta es evidente. Hay una diferencia entre los precios de mercado que tienen determinados servicios y el valor social de otros beneficios que aportan, pero que no incorpora el mercado.

Pongamos un ejemplo: ¿cómo valoramos el servicio de polinización de las abejas? Los ciudadanos no pagamos por él, como tampoco lo hacemos por el sistema de depuración natural de las aguas. De hecho, ni siquiera existe un mercado para estos servicios. Es más, ¿cómo calculamos el stock de los recursos del capital natural? ¿Cómo cuantificamos los recursos genéticos o los elementos bioquímicos disponibles?

La ONU ya se ha puesto manos a la obra para desarrollar una metodología que permita medir el capital natural, denominada SEEA (sistema de contabilidad económica y medioambiental). Es muy compleja y tardará todavía algunos años en estar lista.

Mientras llega, algunos métodos han tratado de estimar a grandes rasgos la valoración del capital natural mundial. Los resultados indicarían un peso enorme, entre los 2,5 trillones europeos de dólares (25 veces el PIB mundial) y los 9 trillones europeos de dólares (90 veces el PIB mundial).

Con todo, resulta muy difícil realizar estimaciones al respecto. De hecho, el capital natural podría ser mucho mayor, ya que resulta imposible calcular el precio de poner en riesgo nuestra existencia si no regeneramos los recursos naturales que consumimos.

En realidad, al tratar la naturaleza como un activo, lo que buscamos es tomar mejores decisiones al evaluar proyectos, que tengan realmente en cuenta la riqueza que generan las distintas acciones y no solamente el crecimiento como un flujo, que es lo que determina el PIB.

El deterioro de la biodiversidad así lo exige: para continuar creciendo, es necesario hacerlo sin esquilmar los recursos naturales del planeta, tanto los limitados como los renovables, que no deberíamos situar por encima de su tasa de regeneración. En este contexto, el crecimiento sostenible es la meta a la que nos debemos dirigir y el capital humano, la medida que debemos contemplar para lograrlo.

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