La innovación lleva milenios moviendo el mundo. Gracias a ella, nuestra probabilidad de llegar a una edad avanzada en condiciones saludables es cada vez mayor. También ha puesto a nuestro alcance la posibilidad de atravesar océanos en cuestión de horas o incluso de explorar otros planetas. Sin ella, probablemente tendríamos un estilo de vida muy similar al que llevaban nuestros antepasados hace millones de años.
Sin embargo, la innovación no está relacionada únicamente con grandes logros. Resulta que, en un nivel más doméstico, nuestra capacidad para innovar nos ha sacado de más de un atolladero a lo largo de nuestras vidas. Gracias a ella, somos capaces de solventar los nuevos problemas que se nos plantean, de ayudar a nuestros allegados e incluso de agilizar nuestro trabajo diario para que nos resulte más sencillo.
Son razones más que suficientes para que nos demos cuenta de que potenciar nuestra capacidad innovadora es una inversión muy interesante. Ante la tentación de quedarnos en las cómodas pero no siempre efectivas rutinas mentales, existen algunas técnicas que nos pueden ayudar a estimular ese pensamiento creativo que, al final, nos acaba conduciendo a la innovación.