Nueve de cada diez hogares españoles tiene acceso a internet, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos al año 2019. De ellos, la práctica totalidad (91,2%) disfruta además de banda ancha. Esta cobertura cobra especial importancia en una situación de confinamiento como la que atravesamos a causa de la pandemia de coronavirus. Para sacarle partido, la opción más cómoda que tenemos es utilizar una red wifi. El problema es que también lo es para quien decida robar nuestra conexión.
Desde que comenzó el estado de alarma, las redes wifi de nuestros hogares funcionan a pleno rendimiento. Las usamos para trabajar, buscar información, comunicarnos con nuestros seres queridos e, incluso, para llevar a cabo actividades de voluntariado online. Las solemos emplear independientemente del tipo de dispositivo que queramos utilizar, porque evitan el cableado. Solo requieren vincular el smartphone, ordenador, televisor o cualquier otro periférico, como una impresora, al router y ya podemos empezar a hacer uso de internet.
Frente a los beneficios y ventajas del empleo de tecnologías inalámbricas, existe el peligro de que otros usuarios hagan uso de ellas sin nuestro consentimiento. Un riesgo al que estamos especialmente expuestos durante el confinamiento, cuando muchos usuarios se ven obligados a permanecer en casa. Y no todos ellos están dispuestos a pagar por acceder a internet. De hecho, la consulta «robar wifi» experimentó un claro aumento en las búsquedas de Google el día 14 de marzo, justo cuando se decretó el estado de alarma.
La señal más clara de que algún miembro del vecindario ha decidido aprovecharse de nuestra conexión wifi es que se producen problemas en la conexión y que esta suele ir más lenta. No son pocos los casos en los que un intruso se cuela en la red doméstica de su vecino, con las consecuencias para la seguridad y la privacidad de nuestros datos que esto conlleva.