En 2002 entró en vigor el nuevo sistema de IPC con base 2001 y lo hizo cargado de novedades, como su publicación en doce grupos y la actualización de sus ponderaciones a partir de la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares (ECPF). Es decir, este IPC fue el primero en tener en cuenta las rebajas, revisar anualmente las ponderaciones y encadenar los índices. Un sistema posterior, con base 2006, aumentaría la muestra de municipios y el número de precios recogidos y de artículos de la cesta de compra. Lo que se busca con todos estos cambios es hacer un retrato lo más fiel posible de la evolución de los precios y del coste de la vida en España.
Este índice no deja de evolucionar y la base 2011 entró en vigor en enero de 2012 con muchas novedades. Además de tener en cuenta conceptos como el precio del aceite o del calzado, entraron en juego el coste de las tablets, la fotodepilación o el logopeda. Por su parte, desaparecían otros conceptos en desuso como, por ejemplo, el alquiler de películas. Sí, el IPC se adapta a los cambios y se moderniza. Como nosotros.
En la actualidad, el sistema que utilizamos tiene base 2016 y, además de desglosar en mayor medida la información, ha traído nuevos ajustes en la cesta de la compra (blog de CaixaBank) que se analiza: servicios en línea como Netflix o Spotify y las cápsulas de café sustituyen a otros conceptos como los DVD o las videocámaras.
Sin duda alguna, la historia del IPC es la historia de nuestros hábitos de consumo, de la transformación social tan intensa que España ha vivido en las últimas décadas y que, desde luego, tiene todavía muchos capítulos por ofrecer.