ECONOMÍA

Diverflación: el espíritu del carpe diem se afianza en nuestro consumo

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Diverflación: el espíritu del carpe diem se afianza en nuestro consumo
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CaixaBank

23 Septiembre, 2024


Seguro que lo has notado: ir a un festival o a un concierto es más caro que nunca, pero casi todos cuelgan el cartel de “no hay billetes” en pocas horas. También las cañas o las cenas fuera de casa han subido sus precios en los últimos años, pero las terrazas están llenas de gente.

¿Cómo se explica esto? En parte, con un nuevo término que describe un cambio en nuestros patrones de consumo. Se trata de la diverflación, una tendencia que, como seguramente sospechas, tiene su origen en la pandemia.

En este artículo, te explicamos:

Qué es la diverflación

Priorizar experiencias gratificantes frente a la adquisición de bienes o servicios duraderos, como pueden ser una vivienda o un vehículo. Este es el cambio en nuestros hábitos como consumidores que refleja el término diverflación, según explica el Banco de España.

Ese impulso por vivir el día es el que nos lleva, cada vez más, a viajar, salir a tomar algo o disfrutar de un espectáculo que llevaremos en el recuerdo, en vez de gastar nuestro dinero en ropa o muebles.

No importa tanto el precio como la experiencia en sí. Tal y como explica el Banco de España, esta tendencia aumenta el riesgo de que se disparen los precios en sectores orientados al ocio.

Los datos respaldan este cambio en el consumo, que es distinto al experimentado tras otras crisis. Según la Encuesta de presupuestos familiares del INE, el gasto medio por hogar en ropa y calzado ha bajado de 1.463,11 euros en 2018 a 1.319,98 euros en 2023. Sin embargo, el realizado en restaurantes y hoteles ha aumentado de 2.947,56 euros a 3.310,67 euros en esos mismos años.

Por otro lado, gastamos menos en muebles y artículos del hogar: de 1.371,91 euros en 2018 hemos pasado a 1.349,33 euros en 2023.

De hecho, si vemos en su conjunto el gasto medio por hogar, la vivienda (31,8%) y la alimentación (16,3%), dos partidas básicas, siguen siendo las que mayor porcentaje de gasto concentran. Sin embargo, las dos siguientes están más vinculadas al ocio, en parte en el caso de los transportes (11,6%) y mayoritariamente en el de la hostelería (10,1%).

Esto significa que gastamos en establecimientos como bares y restaurantes solo seis puntos porcentuales menos que en alimentarnos. Vestido y calzado apenas suponen el 4% del gasto medio por hogar.

De dónde viene la diverflación

Esta búsqueda de la gratificación inmediata no ha salido de la nada. De hecho, son varios los factores que han hecho que aflorara.

Uno de los más destacados es la pandemia, que en cierta medida nos ha llevado a darnos cuenta de nuestra propia vulnerabilidad y a disfrutar el presente ante un futuro volátil e incierto.

El Banco de España recuerda que, tras el confinamiento, muchos consumidores han pasado a dar más importancia a su bienestar mental y las relaciones sociales, que se vieron restringidas durante ese período. Por eso optan más por la compra de experiencias que por invertir en bienes duraderos.

Sin embargo, la pandemia no es el único desencadenante de esta nueva manera de gastar. También hay otros como la dificultad que tienen muchos jóvenes para acceder a una vivienda y formar una familia, que los empuja a disfrutar más del presente.

La incertidumbre geopolítica que siguió a la crisis sanitaria y los cuellos de botella en la cadena de suministros también han perjudicado el consumo de bienes duraderos.

¿A mayor diverflación, mayor gasto?

¿Significa todo esto que tendemos a gastar todo nuestro dinero en divertirnos? No exactamente. Ni siquiera la diverflación tiene por qué suponer un aumento en el gasto de una familia o una persona.

De hecho, muchas personas deciden gastar menos dinero en otras partidas para destinar ese ahorro a disfrutar de experiencias. Por ejemplo, adquieren un dispositivo electrónico de segunda mano en vez de uno nuevo, o bien retrasan el cambio de su vehículo para gastar el dinero que se ahorran en restauración, viajes o espectáculos.

Riesgos de la diverflación

Eso sí, este tipo de gasto no está exento de riesgos. De hecho, se suele destinar a bienes y servicios vinculados, en muchas ocasiones, a la compra impulsiva. Ya sabemos que los sesgos cognitivos hacen que la satisfacción que nos genera la inmediatez pueden llegar a distorsionar nuestras decisiones financieras.

¿Esto supone que tendremos que limitar nuestros aperitivos o renunciar a ver a nuestra banda favorita? No, siempre y cuando ese consumo forme parte de una planificación financiera adecuada, que tenga en cuenta nuestros ingresos, el resto de nuestros gastos y el ahorro que queramos llevar a cabo.

Es decir, como cualquier decisión de consumo, el gasto en ocio debe ser una decisión meditada para que sea compatible con nuestro bienestar financiero. De esta manera, obtendremos un doble placer: disfrutar de experiencias que podemos compartir con nuestros seres queridos y la tranquilidad de saber que contaremos con recursos suficientes para hacer frente al futuro.

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