Todos encontramos natural que un niño aprenda el abecedario o a sumar. Son los fundamentos de su educación, las llaves que le abrirán las puertas a conocimientos más complejos que, a su vez, le permitirán tomar decisiones acertadas a lo largo de su vida. Gracias a ellos, conocerá cómo funciona la sociedad en la que vive o entenderá por qué un objeto cae al suelo si lo suelta. Sin embargo, nos suele resultar más extraño que a ese mismo niño se le hable de finanzas, cuando en realidad serán una cuestión fundamental en su futuro.
La cuestión es que la educación financiera de niños y adolescentes es una de las grandes asignaturas pendientes en España. Así lo demuestra el informe PISA de la OCDE, que en su última edición midió el rendimiento en competencia financiera de alumnos de 4º de la ESO.
La evaluación de la OCDE incluía el conocimiento y comprensión de conceptos y riesgos financieros, así como la habilidad y confianza para aplicarlos, con el fin de tomar decisiones eficaces, mejorar el bienestar financiero de los individuos y la sociedad, así como permitir la participación en la vida económica. En el caso de los alumnos españoles examinados, ese rendimiento es significativamente inferior (492 puntos) al del promedio de los países de la OCDE (504 puntos).
El problema que plantea este bajo rendimiento es que la educación financiera resulta fundamental en la vida de los ciudadanos. De hecho, se encuentra estrechamente vinculada al Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 4 (Educación de calidad) fijado por la ONU como una de las claves para asegurar la prosperidad de todos.
Así, si los ciudadanos son capaces de evaluar correctamente su situación financiera y tomar decisiones eficaces, tanto su economía personal como la del entorno en el que viven funcionarán mejor. Y, cuanto antes comiencen, mejor.