Más allá de los números, inversores de todo el mundo han comenzado a examinar otros factores a la hora de decidir dónde colocan su dinero. Ahora, también buscan cuidar del planeta y de sus habitantes a través de sus inversiones. Los fondos sostenibles son una de las herramientas que les ayudan a conseguirlo.
¿Cómo es esto posible? ¿Qué tiene que ver invertir con el cambio climático o el futuro de la sociedad? La respuesta hay que buscarla en la inversión socialmente responsable (ISR), que es aquella que tiene en cuenta, junto a la rentabilidad financiera, aspectos medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG) al seleccionar sus activos.
Los fondos de inversión sostenibles son productos vinculados a esta filosofía de inversión ISR, que buscan una doble rentabilidad: financiera y social.
Se trata de productos financieros que cada vez son más populares. Tal y como recoge MSCI, el valor total de mercado de los activos gestionados por fondos de inversión vinculados a sus índices ESG superaba los 93.000 millones de euros a finales de 2020. Tres años antes, en 2017, no llegaba a los 8.000 millones.
¿Cuál es la causa de esta popularidad? Sin duda, una de las principales es que estos fondos de inversión aseguran al inversor que su dinero apoya proyectos y empresas responsables con el planeta y la sociedad: solo incluyen en su cartera aquellos que cumplen con determinados factores sostenibles.
Esta selección la pueden hacer de muchas maneras: desde excluir a compañías que participan en determinadas actividades contrarias a la sostenibilidad a incorporar a aquellas que mejor rendimiento demuestren en determinados factores ESG o centrarse en otras cuya gestión beneficie un aspecto determinado, como la lucha contra el cambio climático, la transición energética o el desarrollo sostenible de las comunidades.
Eso sí, no se puede olvidar que la ISR no deja de ser una inversión, por lo que su prioridad también es la rentabilidad financiera, un objetivo que persiguen los fondos sostenibles y que encuentra un importante aliado en su atractiva relación entre rentabilidad y riesgo.
De hecho, uno de los puntos fuertes de los fondos sostenibles es que invierten en empresas que otorgan una gran importancia a la gestión de riesgos ESG. Se trata de compañías que se ven menos expuestas, por ejemplo, a un problema reputacional causado por un vertido contaminante accidental o por problemas con las comunidades de los lugares donde operan.
Esta mayor resiliencia de las compañías que suelen conformar las carteras de los fondos sostenibles quedó patente durante la explosión de la pandemia de COVID-19, que en 2020 puso a prueba a empresas de todo el mundo. En este sentido, MSCI reportó un mayor rendimiento de sus índices vinculados a factores ESG respecto a su índice de referencia MSCI ACWI durante aquellos primeros meses de pandemia.
Esta mejor gestión de los riesgos procede precisamente del interés de las compañías por cumplir con los criterios ESG, una práctica que les abre la puerta a recursos financieros a los que, de otro modo, no podrían acceder.
Aunque con el paso de los meses la rentabilidad obtenida por los fondos sostenibles ha tendido a equilibrarse con la de los convencionales, estos productos tienen por delante un futuro prometedor. Esto se debe a que resultan especialmente atractivos para nuevos segmentos de inversores que se comienzan a unir a los tradicionales.
Según el VII Barómetro del Ahorro del Observatorio Inverco, los inversores de la generación Z o centennials (59 %) y millennials (55 %) consideran muy relevantes los factores ESG a la hora de decidir en qué productos invierten. También son los que más escogen fondos sostenibles para sus inversiones: el 19 % de los ahorradores centennials encuestados lo hace, por el 16 % de los millennials.
Estas cifras ponen de relieve la conexión de los fondos sostenibles con los valores de las generaciones más jóvenes, un interés por la sostenibilidad que demuestran en muchos otros ámbitos de su vida: hasta el 37 % de los centennials y un tercio de los millennials colocan el cambio climático como su principal preocupación. Incluso cada vez más jóvenes eligen carreras vinculadas con el medioambiente.
Junto a los inversores jóvenes que están llamados a ocupar el mercado de fondos en el futuro, otros segmentos emergentes demuestran un especial interés por los productos sostenibles. Se trata de las mujeres, que no solo dan mayor importancia a los criterios ESG que los hombres a la hora de decidir dónde invertir: también consideran en mayor medida que rentabilidad y sostenibilidad no están reñidas.
Las buenas perspectivas de la inversión socialmente responsable tendrán, sin duda, una gran rentabilidad para el planeta. Productos como los fondos sostenibles forman parte de esa financiación que requiere la lucha contra el cambio climático, el desarrollo de fuentes de energía respetuosas con el medioambiente o la estabilidad de personas, empresas y gobiernos de todo el mundo.
El poder de invertir en fondos sostenibles reside, precisamente, en la capacidad que tienen estos productos para animar a las empresas a incorporar factores ESG a su gestión y acceder así a una fuente de financiación cada vez más importante, un poder que los inversores pueden ejercer ahora gracias a estos productos.