INNOVACIÓN

Historia del teléfono, el invento casero que alteró el curso de la historia

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Historia del teléfono, el invento casero que alteró el curso de la historia
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«Sr. Watson, venga aquí, quiero verle». Durante muchos años se pensó que esta había sido la primera frase transmitida a través de un teléfono.

Fue lo que dijo Alexander Graham Bell en 1876, durante la primera demostración pública de un invento que acababa de patentar y que alteraría el curso de la historia.

Sin embargo, es muy probable que la primera expresión en viajar a través de un hilo telefónico fuera algo más parecido a: «Querida, ¿necesitas algo?». Como ocurrió con otros inventos que cambiaron la economía, la paternidad del teléfono ha estado en disputa durante años.

De apaño casero a revolución económica la historia del teléfono

¿Quién inventó el teléfono?

A mediados del siglo XIX, el inventor de origen italiano Antonio Meucci trabajaba en su fábrica de velas de Staten Island (Nueva York, Estados Unidos). Su esposa Ester padecía artritis y apenas podía moverse de su dormitorio, instalado en el segundo piso del edificio.

Meucci ingenió un aparato, el teletrófono, que le permitía comunicarse con Ester a cualquier hora del día.

Durante los siguientes años, Meucci se dedicó a desarrollar distintos prototipos de este invento, que transmitía el habla a distancia mediante señales eléctricas. Como no tenía los suficientes fondos para patentarlo, solamente registró algunas advertencias temporales. La última de ellas expiró a finales de 1874.

Poco más tarde, en marzo de 1876, un empleado de Western Union Telegraph Company, a donde había acudido Meucci tiempo antes a presentar su invento, obtuvo la primera patente por un teléfono. Su nombre era Alexander Graham Bell.

No solo mantuvo Bell litigios durante años con Meucci por esta patente, sino también con otros rivales. Aunque los ganó, el Congreso de Estados Unidos acabó reconociendo a Meucci como el inventor original del teléfono en 2002.

Conversaciones y economía

Más allá de la polémica por su invención, el teléfono es un invento que transformó profundamente la sociedad y la economía. Antes de su aparición, las comunicaciones a larga distancia eran complicadas y lentas. Dependían fundamentalmente del correo y del telégrafo, inventado no mucho antes.

Estos dos métodos no permitían establecer una conversación simultánea. Desde la popularización del teléfono, las personas podían comunicarse en tiempo real, aunque no estuvieran juntas. La progresiva mejora en las redes permitió que esto fuera así a pesar de que se encontraran a gran distancia.

Esta capacidad tenía un enorme potencial para transformar no solo la vida de las familias, sino también el comercio internacional, los medios de comunicación e incluso las relaciones diplomáticas.

La transmisión inmediata de información modificó múltiples industrias y supuso una auténtica revolución. Tanto es así que se han encontrado fuertes correlaciones entre el número de teléfonos per cápita y el desarrollo económico de distintos países en todo el mundo.

Algunos estudios atribuyen este vínculo a la contribución del teléfono a la hora de organizar la actividad económica en los distintos territorios. Es lógico: gracias a él, las compañías podían coordinar la producción, la distribución y la venta de bienes de una manera mucho más eficiente.

La toma de decisiones también se aceleró, además de mejorar la supervisión y el control de toda la cadena de suministro. Son efectos que contribuyen a la productividad tanto de la industria como del sector servicios.

Una industria en sí misma

Antes de que el teléfono transformara la economía de los países, fue necesario desplegar una infraestructura masiva que permitiera viajar a las ondas. Esto se convirtió en una industria en sí misma, igual que había ocurrido con el tendido eléctrico.

En Estados Unidos, una compañía fundada por Bell tuvo el monopolio de esta actividad durante unos 18 años, hasta que expiró la patente del teléfono. Durante ese tiempo, llegó a acumular 300.000 abonados por todo el país.

Tres años después, habían surgido hasta 6.000 empresas telefónicas en el país, sobre todo en áreas rurales y pequeñas ciudades. Esto provocó una importante caída de las tarifas y el número de teléfonos instalados aumentó en diez años hasta los cinco millones, de los cuales Bell solo gestionaba el 40 %.

Esta competencia llevó a la compañía de Bell a cambiar el foco y perfeccionar las comunicaciones a larga distancia.

Así, en 1915 se produjo la primera llamada telefónica entre la costa este y la costa oeste de Estados Unidos. La realizó desde Boston el propio Bell, quien repitió la misma frase que había pronunciado en 1876. Watson le respondió esta vez que podría llevarle una semana entera acudir a su despacho: el antiguo ayudante de Bell se encontraba en San Francisco.

En España, las primeras líneas telefónicas se desplegaron poco después de la patente de Bell. Sin embargo, el desorden en la implantación del servicio no favorecía su popularización. En 1924, Telefónica firmó un contrato para modernizar y extender el servicio telefónico a todo el país, una labor que llevó a cabo en los siguientes años.

El salto a la telefonía móvil

La instalación masiva de teléfonos fijos durante el siglo XX dio paso a una novedad importante: la de los teléfonos móviles. El 3 de abril de 1973 la compañía Motorola presentó en Nueva York el primer teléfono celular, apodado «el ladrillo» por sus grandes dimensiones y su peso, que superaba el kilo.

No fue hasta la década de los 90 cuando el teléfono móvil se empezó a popularizar en España. Fue gracias al uso de la segunda generación del sistema TACS (2G), que permitía enviar mensajes de texto además de transmitir conversaciones.

La comunicación entre personas experimentó un cambio profundo. Ya no dependía de una instalación fija y unida a un cable telefónico. Ahora se podía hablar desde prácticamente cualquier lugar e incluso enviar mensajes de texto con la misma facilidad.

El teléfono móvil fue la antesala de otra gran revolución, la de los smartphones, que cambiaría para siempre nuestra manera de trabajar, informarnos e incluso relacionarnos con otras personas e instituciones. Su gran pistoletazo de salida fue la presentación del iPhone en 2007, aunque ya existían previamente otros teléfonos que se conectaban a internet.

Estos teléfonos inteligentes dieron paso a una nueva industria, la de la conectividad móvil. Según datos de la patronal GSMA, este sector contribuye actualmente al 5 % del PIB europeo y de él dependen más de tres millones de empleos entre directos e indirectos.

Sin embargo, la incidencia de la conectividad móvil en la productividad y el desarrollo de otras industrias es incalculable. Gracias a avances como 5G o la fibra óptica, hoy es posible realizar operaciones quirúrgicas transcontinentales, adaptar las señales de tráfico en tiempo real al estado de la circulación o automatizar cada vez más procesos industriales.

Aunque cada vez se parece menos a aquel apaño casero que ideó Meucci en el siglo XIX, la telefonía seguirá transformando nuestras vidas durante mucho tiempo.

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