SOSTENIBILIDAD

Qué es y cómo funciona la captura de carbono

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Qué es y cómo funciona la captura de carbono
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28 Marzo, 2022


El cambio climático es uno de los grandes retos medioambientales del siglo XXI. Si, a día de hoy, se detuvieran de inmediato todas las emisiones de carbono y otros gases, la alta presencia de gases efecto invernadero actual haría que la temperatura del planeta siguiera aumentando.

Ante esta realidad, se plantean soluciones como la captura de carbono, una de las líneas tecnológicas que complementan la estrategia de reducción de emisiones o la protección de los sumideros de carbono.

Qué es la captura de carbono

La tecnología de captura de carbono es una parte importante de las tecnologías de emisiones negativas (NET, Negative Emissions Technologies), aquellas que en vez de emitir gases de efecto invernadero mientras operan, capturan el carbono que ya hay en la atmósfera.

En función de su destino, las tecnologías de captura de carbono pueden recibir nombres diferentes. Esto son algunos ejemplos:

  • CAC (captura y almacenamiento de carbono): estas tecnologías capturan el carbono para almacenarlo.
  • CCUS (captura, almacenamiento y uso del carbono): estas tecnologías permiten aprovechar el carbono capturado para su uso en diferentes industrias.
  • BECCS (bioenergía con captura y almacenamiento de carbono): este nombre se emplea cuando el carbono se captura para diseñar nuevos biocombustibles.

Algunos tipos de capturadoras de carbono

En lo referente al proceso de captura de carbono, existen distintas formas de hacerlo. La más básica de ellas prescinde de la tecnología. Se trata del almacenamiento en biomasa en forma de vegetación (bosques) o microorganismos (como las algas). Son los llamados sumideros de carbono. Por eso, la primera “tecnología” que se utiliza para atrapar carbono suele ser la de declarar espacios protegidos y reforestar.

Con todo, también es posible usar tecnología para almacenar carbono en biomasa que se puede utilizar después como materia prima en diferentes sectores. En este caso las emisiones pueden no ser negativas, aunque sí bajas. Por ejemplo, es frecuente el uso de carbono atmosférico para aumentar la biomasa de plantaciones de las que obtener alimentos.

También es frecuente hacer uso de la captura de carbono para producir biocombustibles. Aunque es cierto que casi todos los biocombustibles liberan más gases de efecto invernadero de los que atrapan, también lo es que emiten menos que los convencionales y pueden ser de ayuda en la transición ecológica.

A todo esto se une el uso del carbono, todavía minoritario, como materia prima para fabricar polímeros que se utilizan para elaborar plásticos. Como alternativa al uso de combustibles fósiles, supone un alivio para el planeta, que necesita con urgencia un cambio. Hasta la fecha, los polímeros derivan de los petroquímicos.

¿Por qué hace falta la captura de carbono?

Año tras año se supera el récord de contaminación atmosférico de gases de efecto invernadero. La curva de CO₂ de Mauna Loa, una estación remota en Hawái, ya ha alcanzado los 418,19 ppm de CO₂, un 50 % más que los niveles preindustriales. Este desequilibrio está afectando gravemente al clima.

El mayor problema, sin embargo, es que incluso si hoy se deja de emitir carbono, metano y otros gases, el planeta tardará siglos en limpiar la atmósfera, según el IPCC, y seguirá calentándose durante décadas. La biosfera tiene una capacidad limitada para secuestrar carbono de forma natural, por eso necesita ayuda.

Al igual que se persigue reducir las emisiones de carbono y cada kilogramo de CO₂ no emitido supone un descanso para el planeta, cada kilogramo de carbono capturado ayuda a disminuir el impacto del cambio climático. A esta estrategia se la conoce como mitigación del calentamiento global.

¿En qué fase de desarrollo está la captura de carbono?

Siendo innovaciones maduras a nivel técnico, las tecnologías de secuestro de carbono presentan varios retos. El más evidente es que resultan costosas a nivel económico y, sin alicientes, pueden no ser utilizadas.

Un segundo reto podría ser la tentación de utilizar estas tecnologías para seguir emitiendo grandes cantidades, cuando lo que se debe hacer es utilizarlas dentro de una estrategia de reducción de emisiones para que sean realmente útiles. Es decir, el aporte neto de carbono necesita ser negativo tan pronto como sea posible, porque la actual concentración en la atmósfera ya es no sostenible para el clima.

A fecha de 2019, última de la que se tiene registros fiables, la tecnología de captura puede secuestrar 33,3 Mtpa CO₂ (megatoneladas de CO₂ por año). Sin embargo, se emiten en todo el mundo 2.400 Mtpa. Es decir, se emite 70 veces más carbono del que se puede capturar como máximo.

Por último, resulta curiosa la siguiente paradoja: los sistemas de captura de carbono dependientes de la tecnología funcionan mejor cuanto mayor es la concentración de CO₂, y funcionarán peor a medida que se descarbonice la atmósfera.

Las estrategias de reducción de emisiones y de captura de carbono han de ir de la mano para ralentizar el cambio climático, y necesitan ser aplicadas de forma masiva durante décadas. Aunque su uso aún es embrionario, tienen un enorme potencial por delante para asegurar el futuro del planeta y de las siguientes generaciones.

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