Las ciudades inteligentes o smart cities están en boca de todos, aunque se trata de un concepto un tanto escurridizo. No todo el mundo que emplea esta expresión se refiere exactamente a lo mismo. ¿Cuándo empieza una ciudad inteligente a serlo?, ¿lo es cuando pone los medios para ser sostenible?, ¿o cuando conecta todo su ecosistema urbano?
Sobre esta cuestión, la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa en el IESE ha editado un nuevo cuaderno. Bajo el título Smart Cities y Ciudadanía Inteligente, este trabajo explora el concepto de ciudad inteligente y lo conecta con otro no tan conocido, pero igualmente importante: el de los ciudadanos inteligentes, entendidos como aquellos que participan en el diseño y desarrollo de las soluciones que harán su vida diaria mejor. Un ingrediente sin el cual las urbes del futuro no lograrán añadir ese apellido smart que tanto anhelan.
En este sentido, es imprescindible conseguir que las ciudades inteligentes incluyan a todos los ciudadanos, ya que se trata de una carencia que se ha podido observar durante los confinamientos por la pandemia de COVID-19: mientras las tecnologías de la información (TIC) salvaron a algunos del aislamiento, lo cierto es que también pusieron de relieve la enorme brecha digital que mantuvo a otros al margen de esta ventaja.
De hecho, la pandemia ha dejado al descubierto lo invisibles que resultan todas las personas que por falta de medios, habilidades o incluso ganas no pueden acceder a los bienes y servicios solo disponibles en red. El cuaderno urge a dar una solución a esta brecha digital y propone hacerlo mediante el desarrollo inclusivo de las soluciones digitales que las ciudades quieran incorporar, un factor fundamental para llegar a todos los ciudadanos sin importar su condición o sus circunstancias.