Aunque se considera que el Banco Grameen fue el pionero en la concesión de microcréditos en el mundo, lo cierto es que este tipo de financiación ya tuvo ciertos antecedentes hace algunos siglos, tal y como recoge la catedrática Begoña Gutiérrez Nieto.
Uno de sus abuelos fue el escritor de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift, un ingenioso irlandés de pluma afilada nacido en 1667, que fue deán de la Catedral de San Patricio de Dublín.
Swift era una persona concienciada sobre los graves problemas económicos que atravesaban sus compatriotas, que en ocasiones apenas podían dar de comer a sus hijos por tener que pagar el arriendo de sus tierras a los terratenientes ingleses. Tanto es así que, al morir, el genio irlandés donó la mayor parte de su fortuna a los pobres.
Sin embargo, eso no fue lo único que hizo. A principios del siglo XVIII, Swift había observado el círculo vicioso que se establecía entre la pobreza, la falta de acceso a recursos y la limitada capacidad de inversión de los menos favorecidos. En lugar de cruzarse de brazos, decidió crear un fondo de su propio bolsillo con 500 libras para prestar pequeñas sumas, de cinco o diez libras, a artesanos pobres que presentaran el aval de dos vecinos. Los prestatarios debían devolver cada semana dos o cuatro chelines, sin intereses.
Al no haber una garantía física, la idea era que los propios vecinos avalistas presionaran al prestatario si era impuntual en los pagos para evitar ser llevados ante un juez por impago.
Este sistema implantado por Jonathan Swift fue copiado más tarde por la Sociedad Musical de Dublín, que comenzó a utilizarlos para realizar préstamos de entre dos y cuatro libras a partir de los beneficios de sus actuaciones musicales. Entre 1747 y 1768, unos 5.290 prestatarios distintos se habían beneficiado de ellos.
Otra iniciativa similar fue la de las sociedades benéficas de préstamo inglesas, como la de Samuel Wilson, quien aportó en 1766 un fondo de 20.000 libras para prestar a jóvenes emprendedores de Londres con negocios recientes. Para acceder a ellos, también debían aportar dos cosignatarios.