Lo hemos visto recientemente: Japón ha tenido que liberar arroz de sus reservas estratégicas para contener los precios, mientras España extrajo tres días de crudo de las suyas para paliar las consecuencias del apagón de abril.
Este concepto, el de reserva estratégica, permite a los países disponer rápidamente de recursos básicos si son necesarios. Lo que ocurre es que es un término muy amplio, que puede variar en función del territorio y de sus necesidades.
En esencia, las reservas estratégicas son bienes y recursos que se preservan de su uso habitual para que puedan ser utilizados en caso de ser necesario.
Países, empresas y diversos organismos como los bancos centrales pueden contar con ellas. Por ejemplo, las empresas pueden reservar materias primas o energía para asegurarse la producción en caso de disrupciones en la cadena logística, mientras que los bancos centrales cuentan con reservas de oro o divisas para proteger a su territorio de riesgos financieros como una crisis de liquidez, entre otros propósitos.
En el caso de los países, sus reservas estratégicas suelen comprender bienes, productos y recursos de primera necesidad. También entra dentro de este concepto la reserva de parte de la capacidad de producción de las empresas del país que sea capaz de adaptarse a la producción de bienes estratégicos en un momento determinado.
No es imprescindible que ocurra una catástrofe para recurrir a ellas: también pueden ser utilizadas para controlar una escalada excesiva de precios, como en el caso de Japón que comentábamos al principio.
Los bienes y recursos que guardan los países en sus reservas estratégicas son muy variados y dependen de las características de cada territorio.
Un ejemplo muy común de reserva estratégica es el petróleo. Tanto los países miembros de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) como los de la Unión Europea están obligados a mantener reservas de este producto, ya sea crudo o refinado, equivalentes a 90 días.
Eso sí, los países exportadores netos, que son los que producen más petróleo del que consumen, no están obligados a almacenarlo, sino que pueden deducir el equivalente de su propia producción.
Otros como España, sin embargo, deben guardar este bien para tenerlo disponible en caso de crisis de suministro. En el caso de nuestro país, las reservas actuales ascienden a 104 días, entre recursos públicos e industriales. La gran mayoría se almacena en España, aunque una pequeña parte de esas reservas se encuentra en otros países.
Es la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES) quien se encarga de mantener y controlar las reservas de petróleo. Las existencias se almacenan en distintos puntos de España, tanto en tanques propios de CORES como en instalaciones de compañías logísticas y refinerías mediante contratos de arrendamiento.
El gas natural es otro recurso habitual en las reservas estratégicas de muchos países dada su importancia como fuente de energía, especialmente en invierno.
En España, los comercializadores de gas natural y ciertos consumidores tienen la obligación de mantener diez días de reservas estratégicas de este producto, más otros diez de existencias mínimas operativas y una cantidad adicional que varía según el año y las fechas a que se refiera.
También en este caso CORES se encarga de controlar las reservas, aunque no dispone de capacidad de almacenamiento propio. Lo hacen mediante concesión compañías como Enagás, que gestiona tres tanques subterráneos.
Muchos países mantienen sus propias reservas de productos comestibles, como los cereales (trigo, maíz, cebada, arroz…), las plantas oleaginosas (girasol, soja…), las legumbres, la carne o refinados como el azúcar o el aceite.
Se trata de un recurso importante, como puso de manifiesto la guerra de Ucrania, por eso la Unión Europea se plantea actualmente la creación de una reserva propia de alimentos.
En este grupo entra una de las reservas estratégicas más curiosas del mundo: la de sirope de arce que mantienen los productores de este alimento en Canadá. Esta reserva les permite controlar los precios y las toneladas que se ponen en el mercado de un producto comercializado en barriles que cuestan 20 veces más que los de petróleo.
Otra manera de mantener reservas estratégicas en un país consiste en involucrar a la capacidad de su industria para producir bienes. Esto es especialmente útil en tiempos de crisis, pandemias u otras catástrofes para asegurar el suministro de recursos de primera necesidad o de carácter estratégico, sobre todo si el suministro exterior no está asegurado.
En España, la Ley de Industria y Autonomía Estratégica recoge la creación de la Reserva Estratégica basada en las Capacidades Nacionales de Producción Industrial (RECAPI).
No se trata de almacenar bienes, como en el caso del petróleo o el gas. La RECAPI constará de un inventario de productos críticos y de las capacidades de producción nacional susceptibles de movilizarse rápidamente en caso de crisis.
En este caso, será el Gobierno el que colaborará con las empresas para que mantengan una capacidad latente de adaptación a la producción de bienes estratégicos, más allá de su capacidad comercial habitual. Tienen que ser capaces de poner en marcha y escalar la producción con rapidez en caso de emergencia.