> bonos verdes – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Ocho consejos para incorporar la eficiencia energética en tu vida https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/ocho-consejos-para-incorporar-la-eficiencia-energetica-en-tu-vida/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/ocho-consejos-para-incorporar-la-eficiencia-energetica-en-tu-vida/#respond Thu, 05 Mar 2020 07:36:05 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=36726

La eficiencia energética es uno de esos términos que se han convertido en algo cotidiano. Todos hemos oído hablar de ella. Básicamente, sabemos que tiene que ver con el ahorro de energía y también que es positiva para nuestro bolsillo y para el planeta. Y, tal vez, que tiene que ver con cambiar las bombillas de casa por opciones más eficientes o no pasarnos con la calefacción.

Aun así, pocas veces nos paramos a pensar en la influencia que realmente tiene la eficiencia energética en nuestras vidas. No se trata solo de ahorrar unos euros en la factura de la luz, ya que de ella depende, por ejemplo, el futuro del lugar que habitamos. Tanto es así que la International Energy Agency (IEA), de la que España forma parte, calcula que un uso eficiente de la energía puede lograr por si solo el 40% de la reducción de emisiones necesaria para que en 2050 se limite a dos grados el crecimiento de la temperatura global.

Las posibles consecuencias de que el planeta se caliente más de lo debido en 2050 las conocemos muy bien: olas de calor prolongadas, sequías que se alternan con gotas frías, inundaciones, migraciones masivas y extinción de especies son algunas de ellas. Esta es la razón por la que apostar por la eficiencia energética tiene mucha más importancia de lo que parece.

La suma de muchos

La eficiencia energética consiste, básicamente, en la utilización de los recursos energéticos que tenemos a nuestro alcance de manera eficiente. Es decir, se trata de utilizar menos energía para realizar una misma tarea, eliminando su desperdicio. Para ello es crucial cumplir con muchos de los objetivos de sostenibilidad que nos hemos marcado. Sin embargo, lo que en realidad ocurre es que tendemos a pensar que eso de la eficiencia energética es algo de lo que se tienen que ocupar otros porque dudamos del impacto que puede tener el hecho de que una persona cierre un grifo o de que se desplace a pie, entre otras acciones posibles.

El asunto es que ese impacto no es cuestión de unos pocos actos aislados, sino que será la suma de las acciones de muchas personas lo que puede llegar a marcar realmente la diferencia. Y el pegamento que une esas acciones es conocido como conciencia energética, que consiste en aplicar los principios de la eficiencia energética a los distintos ámbitos de nuestra vida y en crear hábitos que permitan multiplicar los efectos beneficiosos de esa acción colectiva.

El Instituto de Diversificación Energética (IDAE) atribuye a las familias españolas alrededor del 36% del consumo total de energía final en el país. En ese porcentaje tienen mucho que ver los usos energéticos de la vivienda (18,5%), pero también la utilización del vehículo privado (17%).

Está claro que, a nivel particular, tenemos la posibilidad de influir en la eficiencia energética del país, esa que nos ayudará a evitar el calentamiento global y sus consecuencias. En este apartado entran las mejoras energéticas que podemos llevar a cabo en nuestros hogares y también en nuestros desplazamientos cotidianos. ¿Y qué ocurre con los demás ámbitos? ¿Qué pasa con el transporte, la industria, los servicios o la agricultura, que concentran el resto del consumo de energía? Que también tenemos impacto sobre ellos como individuos: al ir a trabajar, al elegir qué productos y servicios adquirimos o, incluso, al decidir a qué destinamos nuestras inversiones.

Tomar consciencia del gran poder que tenemos los ciudadanos para multiplicar la eficiencia energética es esencial para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que ha fijado la ONU en su Agenda 2030 para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos. A partir de ahí, se trata de identificar en qué áreas de nuestra vida podemos incorporar sus principios. Y, por supuesto, hacerlo.

Ocho gestos para potenciar la eficiencia energética

Desde nuestro hogar a nuestro ocio o nuestro entorno laboral, existen muchos ámbitos sobre los que podemos crear hábitos de eficiencia energética. A continuación veremos algunos de ellos, que nos pueden ayudar a incorporar la conciencia energética en nuestro día a día casi sin enterarnos.

– Utilizar regletas es más útil de lo que crees: todos sabemos que apagar los electrodomésticos en lugar de dejarlos en modo espera ahorra electricidad. En concreto, alrededor del 10% anual, según la OCU. Para ello, las regletas resultan especialmente útiles. Además, como nos facilitan la labor al desconectar varios aparatos a la vez, en vez de ir uno por uno, nos ayudarán a crear un hábito eficiente sin casi darnos cuenta. Este principio también se puede aplicar a las soluciones de domótica, que nos permiten controlar el consumo energético de nuestro hogar en cualquier momento y con un sencillo gesto.

– Cocinar y ahorrar energía: también en la cocina podemos encontrar una oportunidad para practicar otro principio de la eficiencia energética e incorporarlo a otros ámbitos de nuestra vida. Gestos tan sencillos como no abrir el horno cada dos por tres para revisar la comida o apagarlo antes de finalizar la cocción para aprovechar el calor residual pueden desencadenar otros hábitos similares. Al tomar consciencia de sus beneficios, nos costará mucho menos empezar a hacer gestos similares, tales como levantar el pie del acelerador de nuestro coche para utilizar la fuerza del motor o programar la calefacción de manera adecuada.

– Usar electrodomésticos puede resultar beneficioso: para aumentar la eficiencia energética no es necesario renunciar a los aparatos del hogar. Por ejemplo, afeitarse con maquinilla eléctrica puede ahorrar energía respecto a hacerlo con cuchilla. La clave está en el tiempo que el grifo esté abierto.

– Desplazamientos sostenibles: son todo un clásico entre los consejos para aumentar la eficiencia energética. Si la queremos incorporar a nuestro entorno, conviene reflexionar sobre cómo son nuestros trayectos cotidianos y si los realizamos de la manera más sostenible posible. De hecho, la Organización Mundial de la Salud subraya que las ciudades compactas que facilitan los desplazamientos a pie o en bicicleta son más eficientes y seguras.

– Conducción eficiente: al volante también se pueden desarrollar hábitos de ahorro de energía. Conducir con marchas largas y sin revolucionar el motor, moderar la velocidad o utilizar el cambio de marchas para frenar cuando sea posible son algunos gestos que disminuyen el consumo de combustible.

– Turismo sostenible y eficiencia energética: la eficiencia energética no es solo cuestión de nuestros actos más cotidianos, ya que también puede incorporarse a la manera que tenemos de viajar. Este es el caso del turismo sostenible, un concepto que engloba principios como considerar los medios de transporte que vamos a utilizar a la hora de elegir destino u optar por proveedores que demuestren su apuesta por la eficiencia energética.

– En la oficina: muchas empresas ya adoptan medidas de eficiencia energética. Este es el caso de CaixaBank, una de las compañías líderes contra el cambio climático. En 2019, Caixabank consiguió reducir el 4,7% su consumo de energía respecto a 2018, siendo la disminución del consumo de papel, por ejemplo, del 14,5%. Para alcanzar estos objetivos, la implicación del personal resulta fundamental: reducir los desplazamientos corporativos y apostar por las videoconferencias o usar herramientas tecnológicas en lugar del papel son algunas medidas que ayudan a ahorrar energía, junto a otras más evidentes como un uso racional de la climatización.

– Inversiones sostenibles: nuestros recursos económicos también pueden trabajar por nosotros para impulsar la eficiencia energética. Para ello, existen varios instrumentos financieros, como los fondos de inversión, que permiten apoyar a empresas y proyectos que cumplan con criterios estrictos en materia medioambiental. Las entidades como CaixaBank también utilizan préstamos y bonos verdes para financiar proyectos relacionados con la sostenibilidad ambiental.

Estos son algunos ejemplos de medidas individuales que, aplicadas a gran escala, pueden acercarnos de manera definitiva a la reducción de emisiones necesaria para frenar el calentamiento global. De este modo, la eficiencia energética puede marcar la diferencia tanto para muchas especies animales y vegetales como para comunidades enteras de personas, gracias a la repercusión favorable que tiene sobre su hábitat.

Convertir la eficiencia energética en un hábito está en nuestras manos. Hacerlo cuesta mucho menos de lo que parece y los resultados pueden ser espectaculares. Solo es cuestión de decidirse.

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La eficiencia energética es uno de esos términos que se han convertido en algo cotidiano. Todos hemos oído hablar de ella. Básicamente, sabemos que tiene que ver con el ahorro de energía y también que es positiva para nuestro bolsillo y para el planeta. Y, tal vez, que tiene que ver con cambiar las bombillas de casa por opciones más eficientes o no pasarnos con la calefacción.

Aun así, pocas veces nos paramos a pensar en la influencia que realmente tiene la eficiencia energética en nuestras vidas. No se trata solo de ahorrar unos euros en la factura de la luz, ya que de ella depende, por ejemplo, el futuro del lugar que habitamos. Tanto es así que la International Energy Agency (IEA), de la que España forma parte, calcula que un uso eficiente de la energía puede lograr por si solo el 40% de la reducción de emisiones necesaria para que en 2050 se limite a dos grados el crecimiento de la temperatura global.

Las posibles consecuencias de que el planeta se caliente más de lo debido en 2050 las conocemos muy bien: olas de calor prolongadas, sequías que se alternan con gotas frías, inundaciones, migraciones masivas y extinción de especies son algunas de ellas. Esta es la razón por la que apostar por la eficiencia energética tiene mucha más importancia de lo que parece.

La suma de muchos

La eficiencia energética consiste, básicamente, en la utilización de los recursos energéticos que tenemos a nuestro alcance de manera eficiente. Es decir, se trata de utilizar menos energía para realizar una misma tarea, eliminando su desperdicio. Para ello es crucial cumplir con muchos de los objetivos de sostenibilidad que nos hemos marcado. Sin embargo, lo que en realidad ocurre es que tendemos a pensar que eso de la eficiencia energética es algo de lo que se tienen que ocupar otros porque dudamos del impacto que puede tener el hecho de que una persona cierre un grifo o de que se desplace a pie, entre otras acciones posibles.

El asunto es que ese impacto no es cuestión de unos pocos actos aislados, sino que será la suma de las acciones de muchas personas lo que puede llegar a marcar realmente la diferencia. Y el pegamento que une esas acciones es conocido como conciencia energética, que consiste en aplicar los principios de la eficiencia energética a los distintos ámbitos de nuestra vida y en crear hábitos que permitan multiplicar los efectos beneficiosos de esa acción colectiva.

El Instituto de Diversificación Energética (IDAE) atribuye a las familias españolas alrededor del 36% del consumo total de energía final en el país. En ese porcentaje tienen mucho que ver los usos energéticos de la vivienda (18,5%), pero también la utilización del vehículo privado (17%).

Está claro que, a nivel particular, tenemos la posibilidad de influir en la eficiencia energética del país, esa que nos ayudará a evitar el calentamiento global y sus consecuencias. En este apartado entran las mejoras energéticas que podemos llevar a cabo en nuestros hogares y también en nuestros desplazamientos cotidianos. ¿Y qué ocurre con los demás ámbitos? ¿Qué pasa con el transporte, la industria, los servicios o la agricultura, que concentran el resto del consumo de energía? Que también tenemos impacto sobre ellos como individuos: al ir a trabajar, al elegir qué productos y servicios adquirimos o, incluso, al decidir a qué destinamos nuestras inversiones.

Tomar consciencia del gran poder que tenemos los ciudadanos para multiplicar la eficiencia energética es esencial para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que ha fijado la ONU en su Agenda 2030 para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos. A partir de ahí, se trata de identificar en qué áreas de nuestra vida podemos incorporar sus principios. Y, por supuesto, hacerlo.

Ocho gestos para potenciar la eficiencia energética

Desde nuestro hogar a nuestro ocio o nuestro entorno laboral, existen muchos ámbitos sobre los que podemos crear hábitos de eficiencia energética. A continuación veremos algunos de ellos, que nos pueden ayudar a incorporar la conciencia energética en nuestro día a día casi sin enterarnos.

– Utilizar regletas es más útil de lo que crees: todos sabemos que apagar los electrodomésticos en lugar de dejarlos en modo espera ahorra electricidad. En concreto, alrededor del 10% anual, según la OCU. Para ello, las regletas resultan especialmente útiles. Además, como nos facilitan la labor al desconectar varios aparatos a la vez, en vez de ir uno por uno, nos ayudarán a crear un hábito eficiente sin casi darnos cuenta. Este principio también se puede aplicar a las soluciones de domótica, que nos permiten controlar el consumo energético de nuestro hogar en cualquier momento y con un sencillo gesto.

– Cocinar y ahorrar energía: también en la cocina podemos encontrar una oportunidad para practicar otro principio de la eficiencia energética e incorporarlo a otros ámbitos de nuestra vida. Gestos tan sencillos como no abrir el horno cada dos por tres para revisar la comida o apagarlo antes de finalizar la cocción para aprovechar el calor residual pueden desencadenar otros hábitos similares. Al tomar consciencia de sus beneficios, nos costará mucho menos empezar a hacer gestos similares, tales como levantar el pie del acelerador de nuestro coche para utilizar la fuerza del motor o programar la calefacción de manera adecuada.

– Usar electrodomésticos puede resultar beneficioso: para aumentar la eficiencia energética no es necesario renunciar a los aparatos del hogar. Por ejemplo, afeitarse con maquinilla eléctrica puede ahorrar energía respecto a hacerlo con cuchilla. La clave está en el tiempo que el grifo esté abierto.

– Desplazamientos sostenibles: son todo un clásico entre los consejos para aumentar la eficiencia energética. Si la queremos incorporar a nuestro entorno, conviene reflexionar sobre cómo son nuestros trayectos cotidianos y si los realizamos de la manera más sostenible posible. De hecho, la Organización Mundial de la Salud subraya que las ciudades compactas que facilitan los desplazamientos a pie o en bicicleta son más eficientes y seguras.

– Conducción eficiente: al volante también se pueden desarrollar hábitos de ahorro de energía. Conducir con marchas largas y sin revolucionar el motor, moderar la velocidad o utilizar el cambio de marchas para frenar cuando sea posible son algunos gestos que disminuyen el consumo de combustible.

– Turismo sostenible y eficiencia energética: la eficiencia energética no es solo cuestión de nuestros actos más cotidianos, ya que también puede incorporarse a la manera que tenemos de viajar. Este es el caso del turismo sostenible, un concepto que engloba principios como considerar los medios de transporte que vamos a utilizar a la hora de elegir destino u optar por proveedores que demuestren su apuesta por la eficiencia energética.

– En la oficina: muchas empresas ya adoptan medidas de eficiencia energética. Este es el caso de CaixaBank, una de las compañías líderes contra el cambio climático. En 2019, Caixabank consiguió reducir el 4,7% su consumo de energía respecto a 2018, siendo la disminución del consumo de papel, por ejemplo, del 14,5%. Para alcanzar estos objetivos, la implicación del personal resulta fundamental: reducir los desplazamientos corporativos y apostar por las videoconferencias o usar herramientas tecnológicas en lugar del papel son algunas medidas que ayudan a ahorrar energía, junto a otras más evidentes como un uso racional de la climatización.

– Inversiones sostenibles: nuestros recursos económicos también pueden trabajar por nosotros para impulsar la eficiencia energética. Para ello, existen varios instrumentos financieros, como los fondos de inversión, que permiten apoyar a empresas y proyectos que cumplan con criterios estrictos en materia medioambiental. Las entidades como CaixaBank también utilizan préstamos y bonos verdes para financiar proyectos relacionados con la sostenibilidad ambiental.

Estos son algunos ejemplos de medidas individuales que, aplicadas a gran escala, pueden acercarnos de manera definitiva a la reducción de emisiones necesaria para frenar el calentamiento global. De este modo, la eficiencia energética puede marcar la diferencia tanto para muchas especies animales y vegetales como para comunidades enteras de personas, gracias a la repercusión favorable que tiene sobre su hábitat.

Convertir la eficiencia energética en un hábito está en nuestras manos. Hacerlo cuesta mucho menos de lo que parece y los resultados pueden ser espectaculares. Solo es cuestión de decidirse.

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Bonos sociales: invertir para ayudar a los demás https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/bonos-sociales-invertir-para-ayudar-a-los-demas/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/bonos-sociales-invertir-para-ayudar-a-los-demas/#respond Wed, 18 Sep 2019 07:08:02 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=34218

Dejar el mejor mundo posible a nuestros hijos es una preocupación que no conoce fronteras. Tanto es así, que la propia ONU se ha fijado como meta poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030. Esto quiere decir que faltan poco más de diez años para conseguirlo. ¿Y cómo vamos a lograr semejante hazaña en tan poco tiempo? Todas las esperanzas están puestas en la sostenibilidad. Es decir: si somos capaces de vivir de manera sostenible, podremos permitir a las próximas generaciones disfrutar en paz de este planeta y de todo lo que tiene para ofrecerles.

La sostenibilidad es tan prioritaria que la propia ONU puso en marcha 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2016 para cumplir con su Agenda 2030. Echar un vistazo a la lista da cierto vértigo. Estamos hablando de proezas como acabar con la pobreza, con el cambio climático, luchar contra la desigualdad, conseguir la igualdad de género o un trabajo decente para todos. Por eso es necesario que gobiernos, empresas y ciudadanos nos pongamos manos a la obra para cumplirlos. Por supuesto, también es indispensable contar con los recursos necesarios.

Es aquí donde entra en juego la financiación sostenible, que es aquella cuyos recursos se destinan a apoyar proyectos verdes y/o socialmente responsables. De esta forma, permite dotar de recursos a proyectos que ayudan a cumplir los ODS. Los bonos sociales son una de las herramientas de financiación sostenible existentes que, además, cuentan cada vez con una mayor aceptación entre los inversores.

En qué consisten los bonos sociales

Los bonos sociales son aquellos cuyos fondos se destinan exclusivamente a financiar o refinanciar proyectos con claros beneficios para la sociedad. Para considerarse como tales, los bonos sociales deben estar alineados con los cuatro principios esenciales SBP (Social Bond Principles).

Los bonos verdes son otra opción de financiación sostenible y se diferencian de los bonos sociales en que apoyan proyectos orientados a conseguir beneficios medioambientales. En su caso, se rigen por los GBP (Green Bond Principles).

Tanto los SBP como los GBP son publicados por la asociación ICMA, que es la que ofrece el marco de referencia para este tipo de financiaciones. En el caso concreto de los SBP, sirven para determinar si los bonos merecen la calificación de sociales, así como para dotar de solidez y transparencia a este mercado. Se trata de que los inversores interesados en apoyar proyectos socialmente responsables lo puedan hacer con toda confianza y en condiciones de transparencia. Saber a qué se destinará su dinero y qué se espera lograr con él es algo especialmente sensible para ellos, por eso es muy importante hacerlo correctamente.

Los cuatro parámetros clave que deben cumplir los bonos para considerarse sociales, según los SBP, son los siguientes: el destino de la financiación, que debe dedicarse a proyectos con claros beneficios sociales; el proceso de selección de proyectos, que se debe explicar a los inversores de manera transparente, junto con los objetivos sostenibles que se espera conseguir; la gestión de la financiación, que obliga al emisor a separar los recursos obtenidos a través de la emisión de bonos sociales de otros recursos; y el reporting o información puntual sobre el destino de la financiación, por ejemplo, sobre los proyectos que la reciben o el impacto social esperado, entre otros puntos.

¿Qué proyectos pueden beneficiarse de los bonos sociales?

¿Y cómo se sabe si un proyecto puede recibir financiación a través de la emisión de bonos sociales? ¿Cuáles son las categorías que definen un proyecto como social? Pues la respuesta es que existen muchas.

ICMA menciona algunas, que no son exclusivas, como la provisión de infraestructuras básicas (alcantarillado, agua potable, energía, transportes…), el acceso a servicios esenciales como la educación o la sanidad, el desarrollo de vivienda social o la seguridad en la alimentación. Todos ellos, relacionados con colectivos vulnerables, como personas que viven por debajo del umbral de la pobreza, desempleados, así como víctimas de catástrofes naturales o de exclusión social, entre otros.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible entran en juego

Es fácil darse cuenta de que todas esas categorías y grupos de población están vinculados a aquellos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU que mencionábamos al principio y que tienen un componente social. Por citar solo algunos, este sería el caso del ODS 2 (poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible), el ODS 4 (garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos) o el ODS 6 (garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos).

Por este motivo, la emisión de bonos sociales es una potente herramienta para promover la sostenibilidad y apoyar la Agenda 2030 de la ONU. En el caso de CaixaBank, la entidad ha decidido incorporar los ODS en su Plan Estratégico y su Plan de Banca Socialmente Responsable. Así, se ha convertido en el primer banco español en emitir un bono social en apoyo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) de la ONU.

Concretamente, el bono social que ha emitido CaixaBank financiará proyectos que contribuyan a luchar contra la pobreza (ODS 1) y a crear empleo en las zonas más desfavorecidas de España (ODS 8). Así, incluirá préstamos concedidos por MicroBank a personas o familias residentes en España con ingresos anuales conjuntos son inferiores a los 17.200 euros, para que puedan emprender sus propios negocios. Dentro del bono también se incluyen créditos para ayudar a crecer a micro y pequeñas empresas en provincias que forman parte de las regiones con menor PIB per cápita o mayor tasa de desempleo.

Ayudar a financiar actividades que contribuyen al desarrollo social es una de las maneras que tiene un banco de aportar valor a su entorno. También de mostrar que su compromiso con la sociedad va más allá del presente y se extiende al bienestar de las generaciones futuras. Todo un reto que no puede esperar.

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Dejar el mejor mundo posible a nuestros hijos es una preocupación que no conoce fronteras. Tanto es así, que la propia ONU se ha fijado como meta poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030. Esto quiere decir que faltan poco más de diez años para conseguirlo. ¿Y cómo vamos a lograr semejante hazaña en tan poco tiempo? Todas las esperanzas están puestas en la sostenibilidad. Es decir: si somos capaces de vivir de manera sostenible, podremos permitir a las próximas generaciones disfrutar en paz de este planeta y de todo lo que tiene para ofrecerles.

La sostenibilidad es tan prioritaria que la propia ONU puso en marcha 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2016 para cumplir con su Agenda 2030. Echar un vistazo a la lista da cierto vértigo. Estamos hablando de proezas como acabar con la pobreza, con el cambio climático, luchar contra la desigualdad, conseguir la igualdad de género o un trabajo decente para todos. Por eso es necesario que gobiernos, empresas y ciudadanos nos pongamos manos a la obra para cumplirlos. Por supuesto, también es indispensable contar con los recursos necesarios.

Es aquí donde entra en juego la financiación sostenible, que es aquella cuyos recursos se destinan a apoyar proyectos verdes y/o socialmente responsables. De esta forma, permite dotar de recursos a proyectos que ayudan a cumplir los ODS. Los bonos sociales son una de las herramientas de financiación sostenible existentes que, además, cuentan cada vez con una mayor aceptación entre los inversores.

En qué consisten los bonos sociales

Los bonos sociales son aquellos cuyos fondos se destinan exclusivamente a financiar o refinanciar proyectos con claros beneficios para la sociedad. Para considerarse como tales, los bonos sociales deben estar alineados con los cuatro principios esenciales SBP (Social Bond Principles).

Los bonos verdes son otra opción de financiación sostenible y se diferencian de los bonos sociales en que apoyan proyectos orientados a conseguir beneficios medioambientales. En su caso, se rigen por los GBP (Green Bond Principles).

Tanto los SBP como los GBP son publicados por la asociación ICMA, que es la que ofrece el marco de referencia para este tipo de financiaciones. En el caso concreto de los SBP, sirven para determinar si los bonos merecen la calificación de sociales, así como para dotar de solidez y transparencia a este mercado. Se trata de que los inversores interesados en apoyar proyectos socialmente responsables lo puedan hacer con toda confianza y en condiciones de transparencia. Saber a qué se destinará su dinero y qué se espera lograr con él es algo especialmente sensible para ellos, por eso es muy importante hacerlo correctamente.

Los cuatro parámetros clave que deben cumplir los bonos para considerarse sociales, según los SBP, son los siguientes: el destino de la financiación, que debe dedicarse a proyectos con claros beneficios sociales; el proceso de selección de proyectos, que se debe explicar a los inversores de manera transparente, junto con los objetivos sostenibles que se espera conseguir; la gestión de la financiación, que obliga al emisor a separar los recursos obtenidos a través de la emisión de bonos sociales de otros recursos; y el reporting o información puntual sobre el destino de la financiación, por ejemplo, sobre los proyectos que la reciben o el impacto social esperado, entre otros puntos.

¿Qué proyectos pueden beneficiarse de los bonos sociales?

¿Y cómo se sabe si un proyecto puede recibir financiación a través de la emisión de bonos sociales? ¿Cuáles son las categorías que definen un proyecto como social? Pues la respuesta es que existen muchas.

ICMA menciona algunas, que no son exclusivas, como la provisión de infraestructuras básicas (alcantarillado, agua potable, energía, transportes…), el acceso a servicios esenciales como la educación o la sanidad, el desarrollo de vivienda social o la seguridad en la alimentación. Todos ellos, relacionados con colectivos vulnerables, como personas que viven por debajo del umbral de la pobreza, desempleados, así como víctimas de catástrofes naturales o de exclusión social, entre otros.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible entran en juego

Es fácil darse cuenta de que todas esas categorías y grupos de población están vinculados a aquellos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU que mencionábamos al principio y que tienen un componente social. Por citar solo algunos, este sería el caso del ODS 2 (poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible), el ODS 4 (garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos) o el ODS 6 (garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos).

Por este motivo, la emisión de bonos sociales es una potente herramienta para promover la sostenibilidad y apoyar la Agenda 2030 de la ONU. En el caso de CaixaBank, la entidad ha decidido incorporar los ODS en su Plan Estratégico y su Plan de Banca Socialmente Responsable. Así, se ha convertido en el primer banco español en emitir un bono social en apoyo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS) de la ONU.

Concretamente, el bono social que ha emitido CaixaBank financiará proyectos que contribuyan a luchar contra la pobreza (ODS 1) y a crear empleo en las zonas más desfavorecidas de España (ODS 8). Así, incluirá préstamos concedidos por MicroBank a personas o familias residentes en España con ingresos anuales conjuntos son inferiores a los 17.200 euros, para que puedan emprender sus propios negocios. Dentro del bono también se incluyen créditos para ayudar a crecer a micro y pequeñas empresas en provincias que forman parte de las regiones con menor PIB per cápita o mayor tasa de desempleo.

Ayudar a financiar actividades que contribuyen al desarrollo social es una de las maneras que tiene un banco de aportar valor a su entorno. También de mostrar que su compromiso con la sociedad va más allá del presente y se extiende al bienestar de las generaciones futuras. Todo un reto que no puede esperar.

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Qué es la financiación sostenible y por qué es necesaria https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/que-es-la-financiacion-sostenible-y-por-que-es-necesaria/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/que-es-la-financiacion-sostenible-y-por-que-es-necesaria/#respond Tue, 25 Jun 2019 08:00:03 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=32868

Sostenibilidad es mucho más que la palabra de moda. Es la meta hacia la que se dirige el mundo. Hasta la ONU le ha puesto fecha: en 2030, el planeta debe ser un hogar seguro y habitable. Es decir, en 2030 tenemos que haber alcanzado la sostenibilidad.

La ONU nos involucra a todos en la consecución de esa Agenda 2030. Esto abarca a gobiernos, compañías y sociedad civil. Todos debemos arrimar el hombro para conseguir un objetivo tan ambicioso en tan poco tiempo. Incluidas las entidades bancarias y aquellos organismos capaces de aportar la financiación necesaria para acometer semejante transformación. Proveer fondos es imprescindible para alcanzar esta meta.

Sin embargo, antes de destinar recursos al cumplimiento de cualquier objetivo, es necesario delimitarlo. Hacerlo comprensible y abarcable. ¿Cómo se alcanza algo tan etéreo como la sostenibilidad? ¿Qué se puede hacer para que sociedad y planeta sean sostenibles? Para responder a estas cuestiones, la ONU identificó 17 objetivos cruciales para el cumplimiento de su Agenda 2030. Son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y se han convertido en el faro que alumbra la financiación sostenible.

Qué es la financiación sostenible

La financiación sostenible se puede definir como aquella cuyos recursos se destinan a apoyar proyectos verdes y/o socialmente responsables, es decir, aquellos que tienen claros beneficios para el medio ambiente o la sociedad. Va ligada a los ODS fijados por la ONU.

Es una de las herramientas de las denominadas finanzas sostenibles. Son aquellas que incluyen un fuerte componente ecológico y, al mismo tiempo, se orientan a apoyar el crecimiento económico. Entre sus metas se encuentra reducir el impacto medioambiental, ocuparse del efecto invernadero y la contaminación, minimizar los residuos y optimizar el uso de recursos naturales. Todo ello, respetando los principios de transparencia y concienciación.

¿Qué diferencia a la financiación sostenible de la tradicional? Básicamente, en que exige a las instituciones que aspiran a beneficiarse de ella que cumplan ciertos estándares ligados a la sostenibilidad. Esto significa que se concede a los organismos públicos o privados que demuestren políticas y desempeño sólidos en materias ambientales y sociales. También a los que destinan parte o todos los fondos recibidos a este tipo de proyectos.

Las empresas que reciben financiación sostenible obtienen varios beneficios. En primer lugar, acceso a condiciones favorables, como pueden ser intereses reducidos o plazos más amplios para conseguir sus objetivos. Por otro lado, visibilizan su compromiso con la sostenibilidad, un impacto que puede resultar muy positivo para su imagen dentro del mercado.

Cuestión de principios

Para que un instrumento financiero pueda considerarse como sostenible es necesario contar con una serie de parámetros que permitan establecer esta cualidad. Por ese motivo, en 2014 se dieron a conocer los Green Bond Principles (GBP), actualizados por última vez en junio de 2018, y los Social Bond Principles (SBP) en 2017. Publicados por ICMA (International Capital Market Association), son de aplicación voluntaria y establecen los cuatro puntos que deben cumplir las emisiones de los bonos para tener la consideración de verdes o sociales. También los préstamos sostenibles cuentan con su propio documento, Green Loan Principles (GLP), que se basa en los mismos componentes clave.

Básicamente, esos principios se relacionan con el uso de los fondos, que debe destinarse a proyectos con claros beneficios medioambientales y sociales evaluados por la entidad emisora.

En cuanto al proceso de selección y evaluación de los proyectos, tanto si se trata de un emisor (bonos) como de un prestatario (préstamos), se deben comunicar de manera clara los objetivos sostenibles que se persiguen y los criterios de elegibilidad, entre otros aspectos.

La gestión de la financiación, cuyos fondos deben separarse del resto, y la información puntual sobre el uso de esos fondos son también principios aplicables a la financiación sostenible.

Así son los préstamos y bonos sostenibles

En el caso de CaixaBank, la entidad apoya mediante su actividad aquellas iniciativas y proyectos más respetuosos con el medio ambiente y que contribuyan a prevenir, mitigar y dar respuesta al cambio climático y la transición hacia una economía baja en carbono. Para lograrlo, ha articulado distintos instrumentos financieros.

Entre ellos se encuentran los denominados préstamos verdes, que se destinan a proyectos relacionados con la sostenibilidad medioambiental. Esto incluye financiación a proyectos vinculados a la gestión del agua, el tratamiento de residuos, energías renovables, infraestructuras y transporte limpio. Todos los concedidos por la entidad han obtenido el Green Certificate en base a los criterios recogidos en los GBP.

Otro tipo de instrumento son los préstamos vinculados a ESG (Environmental, Social and Governance). Esta financiación se asocia a índices que miden la responsabilidad social, medioambiental y de gobierno.

Esto quiere decir que las condiciones de estos préstamos van ligadas al reconocimiento del buen impacto de la estrategia de sostenibilidad de los organismos que los reciben. Para ello se emplean índices que realizan entidades independientes, como MSCI (préstamos de energía) o GRESB (mercado inmobiliario).

En estos casos, la entidad que recibe el préstamo puede dedicar los fondos a su actividad corporativa, no necesariamente a proyectos relacionados de manera directa con la sostenibilidad. Eso sí, está obligada a acreditar su compromiso con esa sostenibilidad, así como una serie de beneficios asociados a ella y resultantes de su gestión.

Los bonos verdes son otra posibilidad. CaixaBank es firmante de sus principios (GBP) desde el año 2015. Desde entonces, ha participado en la colocación de este tipo de instrumentos financieros, cuyo importe se ha dedicado a proyectos con un impacto climático positivo.

El año pasado, CaixaBank destinó 1.448 millones de dólares a préstamos verdes,   aquellos otorgados a iniciativas respetuosas con el medioambiente.  Ofrece una oferta específica de ecoPréstamos y ecoMicrocréditos personales para financiar a los particulares interesados en adquirir vehículos y electrodomésticos eficientes, así como en realizar reformas a su hogar para mejorar su eficiencia energética. También dispone de fórmulas de ecoFinanciación para el sector agrario y ha abierto una línea de crédito, mediante un acuerdo con el Banco Europeo de Inversiones (BEI), destinada a financiar inversiones de particulares, pymes y sector público para luchar contra el cambio climático. La entidad comercializa, asimismo, el fondo verde MicroBank Fondo Ecológico, gestionado bajo criterios ESG.

Además, CaixaBank se sitúa a la vanguardia en la búsqueda de instrumentos financieros con sello de sostenibilidad. Ha emitido la primera Carta de Crédito verde del mercado europeo y, también por primera vez, ha sido nombrada agente de sostenibilidad en una operación corporativa que ha implicado a otras 20 entidades financieras.

CaixaBank es una de las entidades financieras líderes en la lucha contra el cambio climático a nivel global. Es el primer banco del Ibex 35 en neutralizar totalmente su huella de carbono calculada, incluidas las emisiones indirectas de la entidad. La organización CDP la ha incluido, por quinto año consecutivo, en el índice de empresas líderes en la lucha contra el cambio climático.

El papel de las entidades financieras es fundamental para el cumplimiento de la Agenda 2030. La financiación sostenible es una de las herramientas que tienen a su alcance para ayudar a ciudadanos, empresas y sector público a alcanzar esta meta.

Fuentes: Gobierno de España, CaixaBank, Cinco Días, Forética, Unión Europea, ICMAGroup, MSCI, GRESB

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Sostenibilidad es mucho más que la palabra de moda. Es la meta hacia la que se dirige el mundo. Hasta la ONU le ha puesto fecha: en 2030, el planeta debe ser un hogar seguro y habitable. Es decir, en 2030 tenemos que haber alcanzado la sostenibilidad.

La ONU nos involucra a todos en la consecución de esa Agenda 2030. Esto abarca a gobiernos, compañías y sociedad civil. Todos debemos arrimar el hombro para conseguir un objetivo tan ambicioso en tan poco tiempo. Incluidas las entidades bancarias y aquellos organismos capaces de aportar la financiación necesaria para acometer semejante transformación. Proveer fondos es imprescindible para alcanzar esta meta.

Sin embargo, antes de destinar recursos al cumplimiento de cualquier objetivo, es necesario delimitarlo. Hacerlo comprensible y abarcable. ¿Cómo se alcanza algo tan etéreo como la sostenibilidad? ¿Qué se puede hacer para que sociedad y planeta sean sostenibles? Para responder a estas cuestiones, la ONU identificó 17 objetivos cruciales para el cumplimiento de su Agenda 2030. Son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y se han convertido en el faro que alumbra la financiación sostenible.

Qué es la financiación sostenible

La financiación sostenible se puede definir como aquella cuyos recursos se destinan a apoyar proyectos verdes y/o socialmente responsables, es decir, aquellos que tienen claros beneficios para el medio ambiente o la sociedad. Va ligada a los ODS fijados por la ONU.

Es una de las herramientas de las denominadas finanzas sostenibles. Son aquellas que incluyen un fuerte componente ecológico y, al mismo tiempo, se orientan a apoyar el crecimiento económico. Entre sus metas se encuentra reducir el impacto medioambiental, ocuparse del efecto invernadero y la contaminación, minimizar los residuos y optimizar el uso de recursos naturales. Todo ello, respetando los principios de transparencia y concienciación.

¿Qué diferencia a la financiación sostenible de la tradicional? Básicamente, en que exige a las instituciones que aspiran a beneficiarse de ella que cumplan ciertos estándares ligados a la sostenibilidad. Esto significa que se concede a los organismos públicos o privados que demuestren políticas y desempeño sólidos en materias ambientales y sociales. También a los que destinan parte o todos los fondos recibidos a este tipo de proyectos.

Las empresas que reciben financiación sostenible obtienen varios beneficios. En primer lugar, acceso a condiciones favorables, como pueden ser intereses reducidos o plazos más amplios para conseguir sus objetivos. Por otro lado, visibilizan su compromiso con la sostenibilidad, un impacto que puede resultar muy positivo para su imagen dentro del mercado.

Cuestión de principios

Para que un instrumento financiero pueda considerarse como sostenible es necesario contar con una serie de parámetros que permitan establecer esta cualidad. Por ese motivo, en 2014 se dieron a conocer los Green Bond Principles (GBP), actualizados por última vez en junio de 2018, y los Social Bond Principles (SBP) en 2017. Publicados por ICMA (International Capital Market Association), son de aplicación voluntaria y establecen los cuatro puntos que deben cumplir las emisiones de los bonos para tener la consideración de verdes o sociales. También los préstamos sostenibles cuentan con su propio documento, Green Loan Principles (GLP), que se basa en los mismos componentes clave.

Básicamente, esos principios se relacionan con el uso de los fondos, que debe destinarse a proyectos con claros beneficios medioambientales y sociales evaluados por la entidad emisora.

En cuanto al proceso de selección y evaluación de los proyectos, tanto si se trata de un emisor (bonos) como de un prestatario (préstamos), se deben comunicar de manera clara los objetivos sostenibles que se persiguen y los criterios de elegibilidad, entre otros aspectos.

La gestión de la financiación, cuyos fondos deben separarse del resto, y la información puntual sobre el uso de esos fondos son también principios aplicables a la financiación sostenible.

Así son los préstamos y bonos sostenibles

En el caso de CaixaBank, la entidad apoya mediante su actividad aquellas iniciativas y proyectos más respetuosos con el medio ambiente y que contribuyan a prevenir, mitigar y dar respuesta al cambio climático y la transición hacia una economía baja en carbono. Para lograrlo, ha articulado distintos instrumentos financieros.

Entre ellos se encuentran los denominados préstamos verdes, que se destinan a proyectos relacionados con la sostenibilidad medioambiental. Esto incluye financiación a proyectos vinculados a la gestión del agua, el tratamiento de residuos, energías renovables, infraestructuras y transporte limpio. Todos los concedidos por la entidad han obtenido el Green Certificate en base a los criterios recogidos en los GBP.

Otro tipo de instrumento son los préstamos vinculados a ESG (Environmental, Social and Governance). Esta financiación se asocia a índices que miden la responsabilidad social, medioambiental y de gobierno.

Esto quiere decir que las condiciones de estos préstamos van ligadas al reconocimiento del buen impacto de la estrategia de sostenibilidad de los organismos que los reciben. Para ello se emplean índices que realizan entidades independientes, como MSCI (préstamos de energía) o GRESB (mercado inmobiliario).

En estos casos, la entidad que recibe el préstamo puede dedicar los fondos a su actividad corporativa, no necesariamente a proyectos relacionados de manera directa con la sostenibilidad. Eso sí, está obligada a acreditar su compromiso con esa sostenibilidad, así como una serie de beneficios asociados a ella y resultantes de su gestión.

Los bonos verdes son otra posibilidad. CaixaBank es firmante de sus principios (GBP) desde el año 2015. Desde entonces, ha participado en la colocación de este tipo de instrumentos financieros, cuyo importe se ha dedicado a proyectos con un impacto climático positivo.

El año pasado, CaixaBank destinó 1.448 millones de dólares a préstamos verdes,   aquellos otorgados a iniciativas respetuosas con el medioambiente.  Ofrece una oferta específica de ecoPréstamos y ecoMicrocréditos personales para financiar a los particulares interesados en adquirir vehículos y electrodomésticos eficientes, así como en realizar reformas a su hogar para mejorar su eficiencia energética. También dispone de fórmulas de ecoFinanciación para el sector agrario y ha abierto una línea de crédito, mediante un acuerdo con el Banco Europeo de Inversiones (BEI), destinada a financiar inversiones de particulares, pymes y sector público para luchar contra el cambio climático. La entidad comercializa, asimismo, el fondo verde MicroBank Fondo Ecológico, gestionado bajo criterios ESG.

Además, CaixaBank se sitúa a la vanguardia en la búsqueda de instrumentos financieros con sello de sostenibilidad. Ha emitido la primera Carta de Crédito verde del mercado europeo y, también por primera vez, ha sido nombrada agente de sostenibilidad en una operación corporativa que ha implicado a otras 20 entidades financieras.

CaixaBank es una de las entidades financieras líderes en la lucha contra el cambio climático a nivel global. Es el primer banco del Ibex 35 en neutralizar totalmente su huella de carbono calculada, incluidas las emisiones indirectas de la entidad. La organización CDP la ha incluido, por quinto año consecutivo, en el índice de empresas líderes en la lucha contra el cambio climático.

El papel de las entidades financieras es fundamental para el cumplimiento de la Agenda 2030. La financiación sostenible es una de las herramientas que tienen a su alcance para ayudar a ciudadanos, empresas y sector público a alcanzar esta meta.

Fuentes: Gobierno de España, CaixaBank, Cinco Días, Forética, Unión Europea, ICMAGroup, MSCI, GRESB

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