Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), como el carbono o el metano, son uno de los mayores problemas ambientales y de los más urgentes a escala mundial. Es por ello que personas, empresas o ciudades han de tender hacia el cero neto, un estándar en el que se considera que ya no hay emisiones.
Cómo llevar tu empresa al cero neto, paso a paso
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CaixaBank
16 Febrero, 2022
¿En qué consiste el cero neto?
El cero neto es un concepto ambiental marcado como objetivo de emisiones. Una persona, empresa o ciudad que llega al cero neto lo hace porque ha reducido tanto sus emisiones de GEI que estas se equilibran con las eliminaciones y pueden ser procesadas sin producir un perjuicio al planeta.
¿Qué quiere decir esto? En realidad, cualquier actividad humana, incluso la más cuidada, tiene cierto impacto, aunque sea mínimo. Por esa razón, se considerará “impacto global cero” cuando todas las emisiones generadas por las personas puedan ser procesadas por la biosfera.
Estas “emisiones netas iguales a cero” han tenido varias aproximaciones desde el Acuerdo de París. Una de las más recientes es el estándar Net Cero Standard de SBTi —siglas de “objetivos de reducción basados en la ciencia”—. Este estándar contiene cuatro estrategias:
1. A corto plazo, las empresas establecen objetivos a 5 y 10 años para reducir las emisiones de la cadena de valor, con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C (Acuerdo de París).
2. A largo plazo, se establecen objetivos más ambiciosos para alcanzar el cero neto, aunque es posible que se alcance con la primera aproximación.
3. Mientras tanto, las empresas pueden compensar las emisiones que no sean capaces de reducir a través de distintas iniciativas ambientales.
4. En el 2050 como tarde, las emisiones netas han de ser nulas.
¿Cómo se consigue todo esto? Existe una serie de pasos que las empresas pueden seguir para alinearse con estos objetivos de cero neto. Concretamente, el estándar SBTi exige que las empresas logren una descarbonización profunda del 90-95 % antes del 2050.
1. Calcular la huella de carbono del año base
El año base es el primer año en que se mide algo. Por ejemplo, 2021 o 2022. Lo ideal es elegir el primer año del cual se pueda calcular la huella de carbono de la empresa de acuerdo con el GHG Protocol. Es decir, elegir aquel año del cual se tengan datos del inventario de emisiones de la empresa.
Según el GHG Protocol, hay tres tipos de emisiones:
● Alcance 1. Emisiones directas procedentes de las actividades que controla la organización.
● Alcance 2. Emisiones indirectas generadas por la electricidad consumida y comprada.
● Alcance 3. Emisiones indirectas generadas por actividades no controlables directamente, como las de los proveedores.
Las emisiones del Alcance 1 (Scope 1, en inglés) son las más fáciles de calcular, y hoy en día es fácil estimar el Alcance 2. A veces, incluso la propia compañía de electricidad aporta datos sobre CO₂ equivalente. El Alcance 3 es con diferencia el más complejo, aunque cada vez más empresas solicitan un informe a sus proveedores.
¿Qué pasa si no se puede medir basándonos en el GHG Protocol?
Muchas pymes carecen de herramientas para medir estos impactos. Una manera de inventariarlos es de forma aproximada. Por ejemplo, medir:
● Kilometraje total de empleados, y quizá compararlo con el kilometraje en transporte público.
● Litros de gas natural y kWh en la factura eléctrica.
● Desplazamientos aéreos.
● Kilogramos de envases (o número de bolsas de basura).
● Distancia a la procedencia de los materiales de los proveedores, etc.
2. Establecer objetivos en línea con la ciencia
Ahora que ya se tiene un inventario de emisiones, o al menos un inventario de impactos relacionados, es posible empezar a trabajar y programar unos objetivos de reducción basados en la ciencia (SBT). Un objetivo coherente podría ser el de reducir progresivamente un cierto porcentaje de emisiones anuales.
En el gráfico de arriba se muestran dos aproximaciones: una reducción del 14 % anual en relación con el año anterior o una reducción lineal en la que cada año se elimina el 3,4 % de las emisiones. En ambos casos, en el 2050 se alcanza el 1 % de las emisiones del año base.
Es importante destacar que no todos los objetivos serán tan sencillos de alcanzar. Reducir emisiones al cambiar de compañía eléctrica es extremadamente sencillo, electrificar resulta algo más costoso, pero alcanzable a medio plazo, mientras que cambiar de proveedores puede ser un reto de gran calado.
3. Compensar o neutralizar emisiones
Es precisamente en estos retos, a menudo inalcanzables en los primeros años, que se puede aplicar la compensación o neutralización de emisiones. Esta estrategia también se conoce como remoción de emisiones. Consiste, básicamente, en compensar las emisiones a través de diferentes proyectos ecológicos de la ONU.
El más frecuente consiste en la plantación y conservación de zonas boscosas, aunque hay muchos más tipos: impulsar la tecnología eólica y solar o contribuir a la descarbonización del transporte o en proyectos de recogida de basura oceánica —que libera metano—.
Descarbonizar las empresas puede suponer un enorme reto, casi tan complejo como reducir otros impactos (cuidar el agua, reducir el uso de energía, evitar pérdidas de biodiversidad, no impactar negativamente en la sociedad…). Sin embargo, el objetivo cero neto es una meta necesaria si lo que queremos es preservar el planeta.