> agricultura sostenible – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Desertificación: llegó la hora de mirar al suelo https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/desertificacion-llego-la-hora-de-mirar-al-suelo/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/desertificacion-llego-la-hora-de-mirar-al-suelo/#respond Thu, 18 Jun 2020 06:38:07 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=37584

Cada vez que nos preocupamos por la sequía, los humanos tendemos a mirar al cielo. Es natural, ya que su solución suele proceder de allí en forma de nubes negras. Sin embargo, cuando el agua escasea, rara vez dirigimos nuestra mirada al suelo. Y deberíamos hacerlo, ya que es allí donde esa carencia provoca las consecuencias más desastrosas. De hecho, la ONU celebra cada año el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, dos fenómenos que tienen mucho que ver y que provocan más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural.

En qué consiste la desertificación

También ocurre que cuando nos preocupamos por la desertificación solemos hacerlo de manera parcial. Lo más habitual es que nos imaginemos el desierto del Sahara avanzando hasta inundar países enteros. Y no se trata exactamente de eso.

Según la definición de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), este fenómeno consiste en la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas.

Esto quiere decir, básicamente, que no es que los desiertos avancen, sino más bien que los suelos de esas zonas se degradan por efecto del cambio climático y de un sistema de explotación insostenible que agota los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.

En España, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, dos tercios del territorio pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, por lo que se encuentran potencialmente afectadas por este fenómeno.

Desertificación: una amenaza compleja

La desertificación es una amenaza que no tiene una solución sencilla. Basta con echar un vistazo al entorno en el que suele producirse para darse cuenta de su complejidad.

El caso es que hay unos 2.000 millones de personas en el mundo cuya alimentación depende precisamente de los ecosistemas de las zonas secas. Aunque las tierras de esas áreas son terrenos de poca productividad, es necesario trabajarlas para mantener a toda esa población, pero su explotación intensiva degrada rápidamente los suelos. Cuando ya no pueden dar más sustento a la población, esas tierras son abandonadas y contribuyen a las migraciones de las zonas rurales a las ciudades.

Más en concreto, las principales causas por las que se produce el fenómeno de la desertificación son especialmente tres: la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo debido a la tala de árboles y arbustos; el sobrepastoreo, que impide la regeneración de las plantas al ritmo que son consumidas por los animales, que a su vez destruyen las capas superiores del suelo con sus pisadas; y la agricultura intensiva, que agota los nutrientes del suelo. También otras actividades, como la minería, pueden influir en la desertificación.

Para acabar de complicar las cosas, el viento y el agua torrencial también contribuyen a la desertificación porque arrastran la capa superficial de suelo fértil. Todos estos factores combinados y repetidos en el tiempo acaban por convertir lo que antes era tierra seca en un desierto.

En el caso español, problemas como los repetidos incendios, la extrema variabilidad de las lluvias, un relieve desigual con laderas escarpadas y paisajes muy diversificados, o la sobreexplotación de acuíferos, agravan este proceso.

Qué podemos hacer contra la desertificación

La respuesta que buscan desde hace años los distintos organismos internacionales para combatir la desertificación tiene mucho que ver con la sostenibilidad. De hecho, el Día Mundial de la Desertificación y la Sequía de este año se centra en promover un cambio en la manera que tenemos de producir y consumir hacia patrones que sean más sostenibles.

En este contexto, la lucha contra este problema contribuye directamente a algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por la ONU en su Agenda 2030 para preservar la prosperidad de la sociedad y la salud del planeta. Entre ellos, el número 2 (Hambre cero), el número 13 (Acción por el clima) y el número 15 (Vida de ecosistemas terrestres).

La Convención para Combatir la Desertificación de la ONU se muestra así de rotunda: si queremos tener suficiente tierra productiva para alimentar a 10.000 millones de personas en 2050, nuestro estilo de vida tiene que cambiar. De hecho, el organismo considera que, con cambios en el comportamiento de consumidores y empresas, junto a la adopción de una planificación más eficiente y prácticas más sostenibles, podría haber suficiente tierra para cubrir esa demanda.

En este sentido, propone que cada consumidor se preocupe por comprar productos que no degraden los suelos y enviar así una señal clara a proveedores, productores y administraciones. Se trata, en definitiva, de ejercer un consumo responsable para cambiar el actual modelo que daña los ecosistemas. De hecho, el organismo calcula que solamente con los cambios en la dieta pueden liberarse entre 80 y 240 millones de hectáreas de terreno para otros usos.

Una tarea de todos

Sin embargo, frenar la desertificación no es solo responsabilidad de los ciudadanos. Autoridades y empresas también pueden apoyar esta tarea e incluso ayudar a restaurar de muchas maneras los suelos de los ecosistemas que ya están dañados.

Algunas de ellas son la reforestación y regeneración de especies arbóreas, las mejoras en la gestión del agua, la promoción de barreras de bosques que protejan las tierras de la erosión por viento, la regeneración de la cubierta vegetal para fertilizar el suelo o el uso de residuos de poda selectiva para abonar los campos.

En este sentido, CaixaBank participa en varios proyectos de reforestación para compensar su huella de carbono. En uno de ellos, más de 30 voluntarios de la entidad colaboraron con la plantación de nuevas especies locales en 4,9 hectáreas de bosque quemado en Ejulve (Teruel) para evitar la erosión y promover la biodiversidad. En esta misma línea, CaixaBank ha promovido también la plantación de 4.500 árboles de especie autóctona en 11 hectáreas quemadas en el entorno de Montserrat (Barcelona) por una empresa que trabaja con personas en riesgo de exclusión social.

La entidad ha apoyado también un proyecto para proteger 500.000 hectáreas de plantaciones de nuez en una zona situada en la frontera entre Perú y Brasil, una acción que permite reducir unos dos millones de toneladas de CO2 al año.

La financiación resulta clave para poder llevar a cabo todas estas iniciativas. En este sentido, en 2019 CaixaBank concedió un total de 1.546 millones de dólares en préstamos verdes y cuenta con líneas específicas para financiar proyectos agrarios de desarrollo sostenible a través de AgroBank. En concreto, las iniciativas apoyadas están relacionadas con la eficiencia en el uso del agua, la agricultura ecológica, la gestión de residuos o el desarrollo del entorno rural. Todas ellas están relacionadas con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU para lograr la prosperidad sin dañar al planeta, como el número 2 (Hambre cero), el 6 (Agua limpia y saneamiento), el 12 (Producción y consumo responsables), el 14 (Vida submarina) o el 15 (Vida de ecosistemas terrestres).

Tal vez a partir de ahora contemplemos el suelo con otros ojos. Protegerlo es uno de los desafíos más importantes que afronta la humanidad de cara al futuro, así que merece la pena tenerlo presente en nuestros actos cotidianos.

]]>

Cada vez que nos preocupamos por la sequía, los humanos tendemos a mirar al cielo. Es natural, ya que su solución suele proceder de allí en forma de nubes negras. Sin embargo, cuando el agua escasea, rara vez dirigimos nuestra mirada al suelo. Y deberíamos hacerlo, ya que es allí donde esa carencia provoca las consecuencias más desastrosas. De hecho, la ONU celebra cada año el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, dos fenómenos que tienen mucho que ver y que provocan más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural.

En qué consiste la desertificación

También ocurre que cuando nos preocupamos por la desertificación solemos hacerlo de manera parcial. Lo más habitual es que nos imaginemos el desierto del Sahara avanzando hasta inundar países enteros. Y no se trata exactamente de eso.

Según la definición de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD), este fenómeno consiste en la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas.

Esto quiere decir, básicamente, que no es que los desiertos avancen, sino más bien que los suelos de esas zonas se degradan por efecto del cambio climático y de un sistema de explotación insostenible que agota los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.

En España, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, dos tercios del territorio pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, por lo que se encuentran potencialmente afectadas por este fenómeno.

Desertificación: una amenaza compleja

La desertificación es una amenaza que no tiene una solución sencilla. Basta con echar un vistazo al entorno en el que suele producirse para darse cuenta de su complejidad.

El caso es que hay unos 2.000 millones de personas en el mundo cuya alimentación depende precisamente de los ecosistemas de las zonas secas. Aunque las tierras de esas áreas son terrenos de poca productividad, es necesario trabajarlas para mantener a toda esa población, pero su explotación intensiva degrada rápidamente los suelos. Cuando ya no pueden dar más sustento a la población, esas tierras son abandonadas y contribuyen a las migraciones de las zonas rurales a las ciudades.

Más en concreto, las principales causas por las que se produce el fenómeno de la desertificación son especialmente tres: la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo debido a la tala de árboles y arbustos; el sobrepastoreo, que impide la regeneración de las plantas al ritmo que son consumidas por los animales, que a su vez destruyen las capas superiores del suelo con sus pisadas; y la agricultura intensiva, que agota los nutrientes del suelo. También otras actividades, como la minería, pueden influir en la desertificación.

Para acabar de complicar las cosas, el viento y el agua torrencial también contribuyen a la desertificación porque arrastran la capa superficial de suelo fértil. Todos estos factores combinados y repetidos en el tiempo acaban por convertir lo que antes era tierra seca en un desierto.

En el caso español, problemas como los repetidos incendios, la extrema variabilidad de las lluvias, un relieve desigual con laderas escarpadas y paisajes muy diversificados, o la sobreexplotación de acuíferos, agravan este proceso.

Qué podemos hacer contra la desertificación

La respuesta que buscan desde hace años los distintos organismos internacionales para combatir la desertificación tiene mucho que ver con la sostenibilidad. De hecho, el Día Mundial de la Desertificación y la Sequía de este año se centra en promover un cambio en la manera que tenemos de producir y consumir hacia patrones que sean más sostenibles.

En este contexto, la lucha contra este problema contribuye directamente a algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por la ONU en su Agenda 2030 para preservar la prosperidad de la sociedad y la salud del planeta. Entre ellos, el número 2 (Hambre cero), el número 13 (Acción por el clima) y el número 15 (Vida de ecosistemas terrestres).

La Convención para Combatir la Desertificación de la ONU se muestra así de rotunda: si queremos tener suficiente tierra productiva para alimentar a 10.000 millones de personas en 2050, nuestro estilo de vida tiene que cambiar. De hecho, el organismo considera que, con cambios en el comportamiento de consumidores y empresas, junto a la adopción de una planificación más eficiente y prácticas más sostenibles, podría haber suficiente tierra para cubrir esa demanda.

En este sentido, propone que cada consumidor se preocupe por comprar productos que no degraden los suelos y enviar así una señal clara a proveedores, productores y administraciones. Se trata, en definitiva, de ejercer un consumo responsable para cambiar el actual modelo que daña los ecosistemas. De hecho, el organismo calcula que solamente con los cambios en la dieta pueden liberarse entre 80 y 240 millones de hectáreas de terreno para otros usos.

Una tarea de todos

Sin embargo, frenar la desertificación no es solo responsabilidad de los ciudadanos. Autoridades y empresas también pueden apoyar esta tarea e incluso ayudar a restaurar de muchas maneras los suelos de los ecosistemas que ya están dañados.

Algunas de ellas son la reforestación y regeneración de especies arbóreas, las mejoras en la gestión del agua, la promoción de barreras de bosques que protejan las tierras de la erosión por viento, la regeneración de la cubierta vegetal para fertilizar el suelo o el uso de residuos de poda selectiva para abonar los campos.

En este sentido, CaixaBank participa en varios proyectos de reforestación para compensar su huella de carbono. En uno de ellos, más de 30 voluntarios de la entidad colaboraron con la plantación de nuevas especies locales en 4,9 hectáreas de bosque quemado en Ejulve (Teruel) para evitar la erosión y promover la biodiversidad. En esta misma línea, CaixaBank ha promovido también la plantación de 4.500 árboles de especie autóctona en 11 hectáreas quemadas en el entorno de Montserrat (Barcelona) por una empresa que trabaja con personas en riesgo de exclusión social.

La entidad ha apoyado también un proyecto para proteger 500.000 hectáreas de plantaciones de nuez en una zona situada en la frontera entre Perú y Brasil, una acción que permite reducir unos dos millones de toneladas de CO2 al año.

La financiación resulta clave para poder llevar a cabo todas estas iniciativas. En este sentido, en 2019 CaixaBank concedió un total de 1.546 millones de dólares en préstamos verdes y cuenta con líneas específicas para financiar proyectos agrarios de desarrollo sostenible a través de AgroBank. En concreto, las iniciativas apoyadas están relacionadas con la eficiencia en el uso del agua, la agricultura ecológica, la gestión de residuos o el desarrollo del entorno rural. Todas ellas están relacionadas con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU para lograr la prosperidad sin dañar al planeta, como el número 2 (Hambre cero), el 6 (Agua limpia y saneamiento), el 12 (Producción y consumo responsables), el 14 (Vida submarina) o el 15 (Vida de ecosistemas terrestres).

Tal vez a partir de ahora contemplemos el suelo con otros ojos. Protegerlo es uno de los desafíos más importantes que afronta la humanidad de cara al futuro, así que merece la pena tenerlo presente en nuestros actos cotidianos.

]]>
https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/desertificacion-llego-la-hora-de-mirar-al-suelo/feed/ 0
Objetivo pobreza: qué estamos haciendo para acabar con esta lacra https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/objetivo-pobreza-que-estamos-haciendo-para-acabar-con-esta-lacra/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/objetivo-pobreza-que-estamos-haciendo-para-acabar-con-esta-lacra/#respond Thu, 11 Jun 2020 06:25:33 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=37554

Acabar con la pobreza extrema en el mundo. ¿Quién no ha dado alguna vez vueltas a esta cuestión? Todos nos hemos parado a pensar alguna vez en nuestras vidas cómo podríamos llevar la prosperidad a aquellas personas que sufren esta lacra.

La pobreza nos preocupa, especialmente en momentos como el actual, cuando nos enfrentamos a una pandemia mundial con la capacidad de agravar considerablemente este problema. De hecho, la ONG Save The Children afirma que el 60% de las familias en situación de pobreza que ya atendía ha visto empeorada su situación laboral solo en la primera semana de confinamiento. Por su parte, un estudio promovido por Oxfam calcula que otros 500 millones de personas más se pueden ver sumidas en ella a causa de la crisis del coronavirus.

Sus efectos son tan graves que solucionar la pobreza extrema y el hambre son los dos primeros de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Se trata de una serie de metas que deberemos cumplir dentro de la Agenda 2030. Esto quiere decir que Gobiernos, sector privado, sociedad civil y ciudadanía debemos trabajar unidos para alcanzarlas en un plazo de diez años.

Radiografía de un problema complejo

Decir adiós de una vez por todas a la pobreza extrema puede parecer un objetivo inalcanzable. De esos sueños que se formulan en voz alta, pero cuyo cumplimiento resulta prácticamente imposible. Sin embargo, existen motivos para la esperanza: desde el año 2000, la tasa de pobreza mundial se ha reducido a la mitad y se han logrado avances significativos en muchos países del Asia oriental y sudoriental.

Eso sí, la pandemia de la COVID-19 puede suponer un retroceso de una década en la lucha contra la pobreza, según Oxfam. Además, una de cada diez personas que viven en regiones en desarrollo y sus familias subsiste con solo 1,75 euros diarios y hay millones que ganan poco más, según la ONU.

Para complicar aún más la situación, la pobreza es un problema que tiene mil caras. Por eso, su solución requiere actuaciones en ámbitos muy diversos. Todo ello, con la exigencia añadida de la sostenibilidad: no se pueden implantar fórmulas mágicas que supongan un lastre para el planeta y las próximas generaciones.

¿Cómo afrontar, entonces, un problema tan complejo? La ONU apuesta por el crecimiento económico inclusivo, que permita crear empleos sostenibles y promover la igualdad, así como por fortalecer los sistemas de protección social. Bajo estos principios, se están llevando a cabo ya actuaciones en todo el mundo, especialmente en las áreas rurales de países en desarrollo. Se trata de zonas que acusan especialmente el problema de la pobreza y, al mismo tiempo, son claves para alimentar al mundo.

Agricultura productiva y sostenible

La mayoría de las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza habitan dos regiones: Asia meridional y África subsahariana. Por sus características, es imprescindible atajar en ellas la pobreza rural y lograr el más difícil todavía: hacerlo de manera sostenible.

La FAO ya se ha puesto manos a la obra con una serie de programas para aumentar la productividad de las pequeñas explotaciones agropecuarias, promoviendo el uso y la gestión sostenible de los recursos naturales. Un ejemplo de ello es la mecanización agrícola sostenible que se está promoviendo en el África subsahariana, una zona donde dos tercios de la energía que se emplea en preparar la tierra para la agricultura procede de la fuerza humana. Este concepto abarca desde el empleo de herramientas manuales básicas y sencillas a equipos motorizados más sofisticados; es decir, desde animales de tiro a tractores.

Según la FAO, la mecanización ayuda a los pequeños productores a intensificar y ampliar la producción agrícola, al tiempo que permite que algunos miembros de la familia logren un empleo e ingresos fuera de la agricultura. Como cada vez hay más jóvenes africanos rurales que emigran a las ciudades, la falta de mano de obra, unida a una creciente demanda de alimentos por parte de las ciudades, puede convertirse en un grave problema en la región. En este sentido, la mecanización puede ayudar a los campesinos —que generalmente son mujeres o personas mayores— a seguir el ritmo de las necesidades de producción, contribuyendo a aumentar la seguridad alimentaria e, incluso, a mitigar el cambio climático.

Existe una amplia variedad de equipos agrícolas que facilitan, por ejemplo, la siembra de precisión con una perturbación mínima del suelo o la recolección y el transporte. Así, esas herramientas permiten la intensificación sostenible de la agricultura, que incluye la protección del suelo, amplios cultivos de cobertura y una labranza mínima.

Poner esos equipos a disposición de la población rural permite, además, que se creen nuevos e incluso mejores puestos de trabajo en estas zonas. Por ejemplo, gestores cualificados en maquinaria, mecánicos o distribuidores de repuestos. De hecho, existen cooperativas en Benín y Nigeria que ya ofrecen servicios de mecanización a sus miembros con resultados económicos y sociales positivos. También se han creado empresas en otros lugares dedicadas a la compra y alquiler de equipos a pequeños productores.

Empoderar a las poblaciones rurales

Una de las consecuencias de la pobreza es la exclusión de quienes la padecen a la hora de tomar decisiones. También es uno de los factores que la convierten en un problema crónico. Esa es la principal razón por la que empoderar a las poblaciones rurales de las áreas empobrecidas resulta fundamental.

¿Cómo devolver su autonomía a personas que llevan décadas sufriendo pobreza extrema? Muy sencillo: dándoles voz. Los clubes de oyentes permiten a comunidades aisladas de la República Democrática del Congo y de Níger compartir sus deliberaciones e incluso resolver de manera pacífica sus conflictos.

Para ello, los clubes de oyentes se sirven de emisoras de radio locales que se han convertido en agentes del cambio no solo en el ámbito agrícola, sino también en otras cuestiones delicadas como el VIH, el matrimonio a temprana edad y el derecho de la mujer a heredar tierras. Este enfoque no solo genera confianza en las personas, sino que también incluye a las mujeres en la toma de decisiones y crea conciencia sobre las necesidades de las zonas rurales.

Acceso a financiación

La falta de acceso a la financiación es otra de las complicaciones a la que se enfrentan las poblaciones que sufren la pobreza en áreas rurales. En este sentido, los microcréditos llevan ya años ayudando a paliar sus consecuencias.

Se trata de pequeños préstamos que facilitan financiación a personas que tienen dificultades para obtenerla de manera convencional. Unos instrumentos que ya han ayudado a reducir considerablemente la pobreza moderada en zonas rurales de Bangladesh, entre otros muchos ejemplos.

Los microcréditos son ideales para financiar proyectos empresariales en sus comienzos. CaixaBank cuenta con su propio banco social, MicroBank, que ofrece financiación a emprendedores, familias, estudiantes y proyectos sostenibles, entre otros.

Productividad, empoderamiento y financiación son tres de las armas que se utilizan para lograr reducir la pobreza extrema a la mínima expresión. Un sueño que la humanidad puede ver convertido en realidad si suma esfuerzos.

]]>

Acabar con la pobreza extrema en el mundo. ¿Quién no ha dado alguna vez vueltas a esta cuestión? Todos nos hemos parado a pensar alguna vez en nuestras vidas cómo podríamos llevar la prosperidad a aquellas personas que sufren esta lacra.

La pobreza nos preocupa, especialmente en momentos como el actual, cuando nos enfrentamos a una pandemia mundial con la capacidad de agravar considerablemente este problema. De hecho, la ONG Save The Children afirma que el 60% de las familias en situación de pobreza que ya atendía ha visto empeorada su situación laboral solo en la primera semana de confinamiento. Por su parte, un estudio promovido por Oxfam calcula que otros 500 millones de personas más se pueden ver sumidas en ella a causa de la crisis del coronavirus.

Sus efectos son tan graves que solucionar la pobreza extrema y el hambre son los dos primeros de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Se trata de una serie de metas que deberemos cumplir dentro de la Agenda 2030. Esto quiere decir que Gobiernos, sector privado, sociedad civil y ciudadanía debemos trabajar unidos para alcanzarlas en un plazo de diez años.

Radiografía de un problema complejo

Decir adiós de una vez por todas a la pobreza extrema puede parecer un objetivo inalcanzable. De esos sueños que se formulan en voz alta, pero cuyo cumplimiento resulta prácticamente imposible. Sin embargo, existen motivos para la esperanza: desde el año 2000, la tasa de pobreza mundial se ha reducido a la mitad y se han logrado avances significativos en muchos países del Asia oriental y sudoriental.

Eso sí, la pandemia de la COVID-19 puede suponer un retroceso de una década en la lucha contra la pobreza, según Oxfam. Además, una de cada diez personas que viven en regiones en desarrollo y sus familias subsiste con solo 1,75 euros diarios y hay millones que ganan poco más, según la ONU.

Para complicar aún más la situación, la pobreza es un problema que tiene mil caras. Por eso, su solución requiere actuaciones en ámbitos muy diversos. Todo ello, con la exigencia añadida de la sostenibilidad: no se pueden implantar fórmulas mágicas que supongan un lastre para el planeta y las próximas generaciones.

¿Cómo afrontar, entonces, un problema tan complejo? La ONU apuesta por el crecimiento económico inclusivo, que permita crear empleos sostenibles y promover la igualdad, así como por fortalecer los sistemas de protección social. Bajo estos principios, se están llevando a cabo ya actuaciones en todo el mundo, especialmente en las áreas rurales de países en desarrollo. Se trata de zonas que acusan especialmente el problema de la pobreza y, al mismo tiempo, son claves para alimentar al mundo.

Agricultura productiva y sostenible

La mayoría de las personas que viven por debajo del umbral de la pobreza habitan dos regiones: Asia meridional y África subsahariana. Por sus características, es imprescindible atajar en ellas la pobreza rural y lograr el más difícil todavía: hacerlo de manera sostenible.

La FAO ya se ha puesto manos a la obra con una serie de programas para aumentar la productividad de las pequeñas explotaciones agropecuarias, promoviendo el uso y la gestión sostenible de los recursos naturales. Un ejemplo de ello es la mecanización agrícola sostenible que se está promoviendo en el África subsahariana, una zona donde dos tercios de la energía que se emplea en preparar la tierra para la agricultura procede de la fuerza humana. Este concepto abarca desde el empleo de herramientas manuales básicas y sencillas a equipos motorizados más sofisticados; es decir, desde animales de tiro a tractores.

Según la FAO, la mecanización ayuda a los pequeños productores a intensificar y ampliar la producción agrícola, al tiempo que permite que algunos miembros de la familia logren un empleo e ingresos fuera de la agricultura. Como cada vez hay más jóvenes africanos rurales que emigran a las ciudades, la falta de mano de obra, unida a una creciente demanda de alimentos por parte de las ciudades, puede convertirse en un grave problema en la región. En este sentido, la mecanización puede ayudar a los campesinos —que generalmente son mujeres o personas mayores— a seguir el ritmo de las necesidades de producción, contribuyendo a aumentar la seguridad alimentaria e, incluso, a mitigar el cambio climático.

Existe una amplia variedad de equipos agrícolas que facilitan, por ejemplo, la siembra de precisión con una perturbación mínima del suelo o la recolección y el transporte. Así, esas herramientas permiten la intensificación sostenible de la agricultura, que incluye la protección del suelo, amplios cultivos de cobertura y una labranza mínima.

Poner esos equipos a disposición de la población rural permite, además, que se creen nuevos e incluso mejores puestos de trabajo en estas zonas. Por ejemplo, gestores cualificados en maquinaria, mecánicos o distribuidores de repuestos. De hecho, existen cooperativas en Benín y Nigeria que ya ofrecen servicios de mecanización a sus miembros con resultados económicos y sociales positivos. También se han creado empresas en otros lugares dedicadas a la compra y alquiler de equipos a pequeños productores.

Empoderar a las poblaciones rurales

Una de las consecuencias de la pobreza es la exclusión de quienes la padecen a la hora de tomar decisiones. También es uno de los factores que la convierten en un problema crónico. Esa es la principal razón por la que empoderar a las poblaciones rurales de las áreas empobrecidas resulta fundamental.

¿Cómo devolver su autonomía a personas que llevan décadas sufriendo pobreza extrema? Muy sencillo: dándoles voz. Los clubes de oyentes permiten a comunidades aisladas de la República Democrática del Congo y de Níger compartir sus deliberaciones e incluso resolver de manera pacífica sus conflictos.

Para ello, los clubes de oyentes se sirven de emisoras de radio locales que se han convertido en agentes del cambio no solo en el ámbito agrícola, sino también en otras cuestiones delicadas como el VIH, el matrimonio a temprana edad y el derecho de la mujer a heredar tierras. Este enfoque no solo genera confianza en las personas, sino que también incluye a las mujeres en la toma de decisiones y crea conciencia sobre las necesidades de las zonas rurales.

Acceso a financiación

La falta de acceso a la financiación es otra de las complicaciones a la que se enfrentan las poblaciones que sufren la pobreza en áreas rurales. En este sentido, los microcréditos llevan ya años ayudando a paliar sus consecuencias.

Se trata de pequeños préstamos que facilitan financiación a personas que tienen dificultades para obtenerla de manera convencional. Unos instrumentos que ya han ayudado a reducir considerablemente la pobreza moderada en zonas rurales de Bangladesh, entre otros muchos ejemplos.

Los microcréditos son ideales para financiar proyectos empresariales en sus comienzos. CaixaBank cuenta con su propio banco social, MicroBank, que ofrece financiación a emprendedores, familias, estudiantes y proyectos sostenibles, entre otros.

Productividad, empoderamiento y financiación son tres de las armas que se utilizan para lograr reducir la pobreza extrema a la mínima expresión. Un sueño que la humanidad puede ver convertido en realidad si suma esfuerzos.

]]>
https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/objetivo-pobreza-que-estamos-haciendo-para-acabar-con-esta-lacra/feed/ 0
Cambio climático. ¿Cómo afecta al sector agroalimentario? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-como-afecta-al-sector-agroalimentario/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-como-afecta-al-sector-agroalimentario/#respond Thu, 14 Dec 2017 06:00:01 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=25829

El sector agroalimentario español emplea hoy en día a más de dos millones de personas, y genera el 10% del PIB del país. Además, la tendencia del sector es positiva: las exportaciones alcanzaron un máximo histórico de 27.500 millones de euros en 2016, un 8,4% más que en el año anterior, y el valor de su facturación ascendió hasta 96.400 millones de euros, un 1,3% superior a la de 2015, según cifras facilitadas por la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB).

No obstante, el sector se enfrenta en la actualidad a una de sus mayores amenazas: el cambio climático. Buena parte del problema radica en la elevada dependencia de las materias primas que padece el sector. Y pocos se atreven ya a discutir que los efectos del cambio climático, como el calentamiento global, las subidas del nivel del mar o la deforestación, afectan considerablemente a la volatilidad de materias primas, y contribuyen a su escasez. Eso provoca, a su vez, aumentos de precios en los productos del sector, y en ocasiones, reducción de la calidad, o incluso el abandono de cosechas a su suerte.

Soluciones ante el cambio climático

¿Qué hacer ante esta situación? Como en todo cambio, hay que reaccionar. Es necesario adaptarse a las nuevas circunstancias y buscar soluciones, como por ejemplo “la buena gestión de los suelos para que sean sumideros de dióxido de carbono”, apuntó recientemente la consellera de Agricultura y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana, Elena Cebrián, en unas jornadas que llevaban por lema «Sostenibilidad, realidad o eslogan».

En la misma línea se expresó Javier Santamarta, secretario del Consejo Asesor de Medio Ambiente de Castilla – La Mancha, cuando aseguró que el último compromiso adoptado por la Consejería de Medio Ambiente de la región es el de “explicar y abordar los efectos del efecto sumidero en los distintos cultivos de Castilla – La Mancha. El efecto sumidero se refiere a la capacidad de absorción de CO2 de los cultivos, de la industria agroalimentaria y también de las superficies forestales. Sería una suerte de situación opuesta al efecto invernadero. Y la idea es calcular la suma de los cultivos leñosos, como el olivar, el pistacho o el almendro, con los agrícolas para estimar la capacidad de la región para absorber CO2”.

Por otra parte, la Fundación LAFER y el Instituto de la Ingeniería de España (IIE) organizaron una jornada destinada a analizar el efecto del cambio climático sobre la agricultura. En ella, varios expertos propusieron algunas soluciones, como la necesidad de apostar por una “agricultura sostenible” y de incrementar el rendimiento de las cosechas. Para ello, la introducción de nuevos transgénicos y la implantación de nuevas tecnologías se revelan factores fundamentales.

Uno de los expertos, David Howell, coordinador de Políticas Ambientales de SEO-Birdlife, declaró que “la biodiversidad compite con las actividades agrarias del hombre, lo que obliga a una adaptación inteligente de estas producciones”. Entre otras cuestiones, Howell explicó que se debería trabajar en un reparto eficiente de la comida, evitando el desperdicio, frente a la idea opuesta de seguir incrementando las producciones. Con este objetivo en mente, el representante de SEO-Birdlife abogó por “la necesidad de una Ley vinculada al cambio climático que esté pensada a largo plazo e independiente del gobierno que exista”.

El anteproyecto de ley de cambio climático, en 2018

Precisamente, el Gobierno español está trabajando en ello y tendrá listo el anteproyecto de ley de cambio climático y transición energética, en el que participan prácticamente todos los ministerios con el objetivo de cumplir con el Acuerdo de París, durante el primer trimestre de 2018. El anteproyecto supone una excelente ocasión para detenerse un momento, escuchar a todas las partes implicadas, y ofrecer una respuesta reflexionada y con vocación de largo plazo a todos los grandes retos que tiene por delante, entre otros sectores, el agroalimentario.

]]>

El sector agroalimentario español emplea hoy en día a más de dos millones de personas, y genera el 10% del PIB del país. Además, la tendencia del sector es positiva: las exportaciones alcanzaron un máximo histórico de 27.500 millones de euros en 2016, un 8,4% más que en el año anterior, y el valor de su facturación ascendió hasta 96.400 millones de euros, un 1,3% superior a la de 2015, según cifras facilitadas por la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB).

No obstante, el sector se enfrenta en la actualidad a una de sus mayores amenazas: el cambio climático. Buena parte del problema radica en la elevada dependencia de las materias primas que padece el sector. Y pocos se atreven ya a discutir que los efectos del cambio climático, como el calentamiento global, las subidas del nivel del mar o la deforestación, afectan considerablemente a la volatilidad de materias primas, y contribuyen a su escasez. Eso provoca, a su vez, aumentos de precios en los productos del sector, y en ocasiones, reducción de la calidad, o incluso el abandono de cosechas a su suerte.

Soluciones ante el cambio climático

¿Qué hacer ante esta situación? Como en todo cambio, hay que reaccionar. Es necesario adaptarse a las nuevas circunstancias y buscar soluciones, como por ejemplo “la buena gestión de los suelos para que sean sumideros de dióxido de carbono”, apuntó recientemente la consellera de Agricultura y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana, Elena Cebrián, en unas jornadas que llevaban por lema «Sostenibilidad, realidad o eslogan».

En la misma línea se expresó Javier Santamarta, secretario del Consejo Asesor de Medio Ambiente de Castilla – La Mancha, cuando aseguró que el último compromiso adoptado por la Consejería de Medio Ambiente de la región es el de “explicar y abordar los efectos del efecto sumidero en los distintos cultivos de Castilla – La Mancha. El efecto sumidero se refiere a la capacidad de absorción de CO2 de los cultivos, de la industria agroalimentaria y también de las superficies forestales. Sería una suerte de situación opuesta al efecto invernadero. Y la idea es calcular la suma de los cultivos leñosos, como el olivar, el pistacho o el almendro, con los agrícolas para estimar la capacidad de la región para absorber CO2”.

Por otra parte, la Fundación LAFER y el Instituto de la Ingeniería de España (IIE) organizaron una jornada destinada a analizar el efecto del cambio climático sobre la agricultura. En ella, varios expertos propusieron algunas soluciones, como la necesidad de apostar por una “agricultura sostenible” y de incrementar el rendimiento de las cosechas. Para ello, la introducción de nuevos transgénicos y la implantación de nuevas tecnologías se revelan factores fundamentales.

Uno de los expertos, David Howell, coordinador de Políticas Ambientales de SEO-Birdlife, declaró que “la biodiversidad compite con las actividades agrarias del hombre, lo que obliga a una adaptación inteligente de estas producciones”. Entre otras cuestiones, Howell explicó que se debería trabajar en un reparto eficiente de la comida, evitando el desperdicio, frente a la idea opuesta de seguir incrementando las producciones. Con este objetivo en mente, el representante de SEO-Birdlife abogó por “la necesidad de una Ley vinculada al cambio climático que esté pensada a largo plazo e independiente del gobierno que exista”.

El anteproyecto de ley de cambio climático, en 2018

Precisamente, el Gobierno español está trabajando en ello y tendrá listo el anteproyecto de ley de cambio climático y transición energética, en el que participan prácticamente todos los ministerios con el objetivo de cumplir con el Acuerdo de París, durante el primer trimestre de 2018. El anteproyecto supone una excelente ocasión para detenerse un momento, escuchar a todas las partes implicadas, y ofrecer una respuesta reflexionada y con vocación de largo plazo a todos los grandes retos que tiene por delante, entre otros sectores, el agroalimentario.

]]>
https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-como-afecta-al-sector-agroalimentario/feed/ 0