Tras la irrupción de la pandemia de COVID-19, la necesidad de contar con empresas sostenibles y rentables se ha disparado. Son objeto de deseo de los inversores, ya que son capaces de cuidar el medioambiente y generar un impacto positivo en el entorno en el que operan gracias a una gestión ética que, además, reporta beneficios económicos.
En 2021, muchas compañías se han lanzado a aplicar a su estrategia los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo, por sus siglas en inglés) para mejorar su compromiso con la gestión responsable. Pero, ¿cómo podemos saber si cumplen verdaderamente con ellos?
Muchas empresas, en su afán de demostrar que los aplican en su actividad diaria, hacen públicos numerosos datos, algunos de ellos irrelevantes, que contribuyen a generar más ruido y a fomentar el llamado Greenwashing, ofreciendo una imagen de corporación «verde» y sostenible cuando la realidad es otra.
Pero existen proveedores independientes de calificaciones ESG como, por ejemplo, MSCI, Sustainalytics o Thomson Reuters, que miden si una compañía puede adscribirse a criterios ESG, aunque cada una de ellos pondera diferentes aspectos en sus calificaciones.
A ello se unen índices como el Dow Jones Sustainability Index (DJSI) o el FTSE4Good, que identifican y clasifican las empresas más sostenibles del mundo.
Es importante que las empresas apliquen criterios de transparencia a la hora de reportar su actividad financiera y no financiera, además de detallar las características de productos o servicios, los procesos de producción y su impacto en el medioambiente y en la comunidad.